En su obra Vivir para contarla escribió García Márquez: «La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla». No hace mucho, J. M. Caballero Bonald publicó una recopilación de su obra poética con el título, no menos sugerente, de Somos el tiempo que nos queda.
¿Qué somos mientras dura nuestra vida? ¿lo que recordamos?, ¿el tiempo que nos queda?, ¿ambas cosas a la vez? No es fácil elegir una sola de estas opciones. Porque si es verdad que somos lo que recordamos y cómo lo recordamos, no lo es menos que también forman parte de nosotros los momentos que nos quedan por vivir: porque el presente torna instantáneamente en pasado. Por otra parte, la afirmación de que «somos el tiempo que nos queda» es tanto más verdad cuanto menor sea la duración de lo vivido. En nuestros primeros años, somos más el tiempo que nos queda que el que llevamos consumido. Somos sobre todo un proyecto de vida al que le falta precisamente tiempo. Pero, a medida que cumplimos años, reducir todo lo que somos al tiempo que nos queda, supone privar casi por completo de valor al pasado.
Por eso pienso que tal vez el que más se aproximó a lo que somos fue un viejo marinero gallego que charlaba con otros pescadores de diferentes edades, sentados en torno a una mesa de mármol de esas en las que se juega al dominó y a las cartas. En un momento de la conversación, el viejo lobo de mar sacó un metro del bolsillo de su chaqueta y lo extendió sobre la mesa. Seguidamente, fue preguntando a cada uno cuántos años tenía, al paso que marcaba sobre el mármol cada cifra que escuchaba poniendo un punto con su lápiz encima del correspondiente centímetro del metro. Finalmente, señaló sus ochenta y dos años y, volviéndose hacia ellos, dijo: si nuestra vida dura, por lo general, menos años que centímetros tiene el metro, mirad lo que lleváis vivido y lo que os puede quedar por vivir.
Creo que no le faltaba razón al viejo marinero cuando decía que somos la certeza de los centímetros que hemos avanzado sobre el metro y los centímetros inciertos que nos quedan por vivir. El peso de uno y otro lado del metro en que consiste nuestra vida depende del centímetro en que nos encontremos. Cuanto más avancemos en el metro, somos más lo que hemos vivido, pero somos también el tiempo que nos queda. Tratándose de la vida y el tiempo, nada sobra.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel