Desde hace algún tiempo vienen saltando a los medios, con una cadencia que parece no tener fin, noticias de casos de corrupción política en las que aparecen implicados militantes y cargos de casi todos los partidos, que consisten, por lo general, en saqueos a las arcas públicas de millones de euros, y que suponen un claro desprecio de los intereses generales de España. No hace falta recordar los episodios más notorios porque están en la mente de todos.
Pues bien, otro ejemplo palmario de lo poco que nos importa España es la economía sumergida que existe en nuestro país que permanece incomprensiblemente silenciada. Es éste un tema, en efecto, por el que se quiere pasar siempre de puntillas, obligándonos a creer que lo políticamente correcto es aceptar las cifras oficiales de paro y a partir de ellas dibujar una España pobre y en la ruina a la que conviene subvencionar con todo tipo de ayudas para ganarse su favor electoral.
Hoy, sin embargo, tanto en el Diario ABC como en su versión digital, se publican los resultados de un estudio con el expresivo título: “La economía sumergida mueve en España más de cuatro millones de empleos”. En este artículo, Susana Alcelay, reproduce una frase de los expertos consultados que casi todos nosotros hemos oído o dicho alguna vez: “Casi cinco millones de parados y la sociedad no ha estallado, es evidente que hay economía sumergida”.
El informe periodístico da cuenta de un estudio realizado por el Profesor austríaco Friedrich Schneider, según el cual se calcula que en España la economía sumergida equivale a un 18,2% del PIB, que cuantificado asciende a unos 200.000 millones de euros. Y destaca el elevado peso del fraude laboral, que alcanzaría a cuatro millones de empleos, es decir al 9% de toda la población, con un impacto sobre el PIB de unos 80.000 millones euros anuales.
Esta situación, que conocemos o intuimos todos, es inadmisible y sorprende que el poder político no haya reaccionado enérgicamente contra ella. Y es que, en lugar de adoptar medidas efectivas para acabar con la economía sumergida y el paro fraudulento, los partidos políticos han mirado para otro lado. Y unos ante la bajada de los ingresos por la crisis se han dedicado a practicar políticas de recortes, otros han acusado a éstos de efectuar tales políticas, y recientemente han llegados otros que, en vez de atajar este mal social, han resuelto la cuestión aumentando los impuestos.Ningún partido, en cambio, ha llevado a cabo políticas eficientes de lucha sin cuartel contra la economía sumergida y el paro fraudulento, como lo demuestra indiscutiblemente el hecho de que sigan existiendo.
A los que están beneficiándose de la economía sumergida y del paro fraudulento que ponen, casi en exclusiva, sobre los hombros de la sufrida clase media con nómina el sostenimiento de los gastos públicos, nadie quiere molestarlos haciendo que paguen lo que les corresponde, no vaya a ser que pierdan sus votos.
Mirando desde lejos se me ocurre decir ¡hay España, qué poco nos importas! Pero si acerco la mirada y observo con más detenimiento lo que nos pasa, veo que en España hay unos cuantos jetas, que son corruptos y defraudadores, a los que no les importamos nada los demás españoles razonablemente cumplidores. Y si esto es así, ¿por qué no contribuimos todos a acabar con sus insolidarias prácticas?
Otros temas José Manuel Otero Lastresel