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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

“Pablus Detritus”

José Manuel Otero Lastresel

Los que hayan leído las aventuras de Asterix el Galo es posible que recuerden el episodio titulado “La Cizaña”, en el cual el emperador romano Julio César enviaba a la aldea gala de Asterix a un sombrío personaje, llamado Lucius Detritus, para romper la armonía que reinaba en ella hasta entonces e instalar la discordia. El arma que utilizó Detritus para conseguir su aviesa finalidad fue la de meter cizaña, esto es, provocar disensión o enemistad, sembrando sospechas sobre la rectitud del líder Asterix, al que acusa falsamente de haberle vendido la poción mágica.  

Por las noticias que viene publicando desde hace tiempo ABC, nos estamos enterando de que otro “emperador” de un lejano país (Venezuela), el fallecido Comandante Hugo Chávez, envió a la europeizada y democrática España, a un activista, llamado Pablo Iglesias, con una misión semejante a la de Lucius Detritus. A saber: mediante el arma del populismo tenía que disolver cualquier rastro del Estado social y democrático de Derecho que proclama su Constitución, y una vez sembrado el caos tratar de convertir a aquella gran Nación europea en una dictadura popular semejante a la Venezuela actual.

En la historieta de La Cizaña, Asterix, tras derrotar de nuevo a los romanos, logra devolver la paz y la armonía a su aldea, al tiempo que envía a Detritus y su “cizaña” a Roma.

¿Qué pasará en España? Los ciudadanos españoles actuales no parecen ser conscientes de la siembra de populismo disolvente que tan obedientemente está realizando nuestro “Pablus Detritus”. Por eso, no es exagerado afirmar que todavía hoy muchos de nuestros compatriotas están merendando los bocadillos verdes (de este color se volvían cuando comenzaba a hacer efecto la cizaña de Detritus) del populismo.

La cuestión es si de aquí hasta el próximo 26 de junio los más de cinco millones de ciudadanos que votaron a Podemos caerán en la cuenta de cuál es el destino final hacia dónde pretende llevarnos el populismo. Pruebas de cual es este destino nos las vienen dando desde hace tiempo, como, por ejemplo, la paralización de inversiones y, por tanto, de creación de riqueza y de nuevos puestos de trabajo, en las ciudades en las que gobiernan, como en Madrid, Barcelona, Cádiz o La Coruña. Por actuaciones como éstas se empieza a caminar hacia la pobreza, la carestía y el caos social. Solo basta con mirar qué sucedió en Venezuela.

Pero no sé si se llegará a tiempo. Nuestra Carta Magna prevé la elección de nuestros representantes, mediante “sufragio universal, libre, igual, directo y secreto”. Y precisamente el hecho de que el sufragio sea libre y secreto permite al votante adoptar la postura que desee, hasta la más irresponsable.

Por desgracia, en la vida real los ciudadanos no ven que se están comiendo los bocadillos verdes, así que corresponde a los partidos constitucionalistas advertir en la campaña electoral qué se avecina de las consecuencias de la siembra de populismo que venimos padeciendo.

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