Creí que no era posible superar las cotas de estulticia de la que viene haciendo gala una parte pequeña pero muy significada de nuestra clase política. Pero estaba muy equivocado. Ahora ya no solo se “martiriza” a nuestra lengua con el erróneo “todos y todas” y expresiones similares. Se le ha dado una vuelta de tuerca y se acaba de añadir a todos y todas, el engendro “todes” que aludiría al género neutro.
Juan Manuel de Prada dice hoy en su columna de ABC que la forma más eficaz de dominación de las conciencias es la creación de una neolengua que niegue la realidad y cree otra nueva, pues una vez creada surge el miedo gregario a salirse de ella. No le falta razón: se trata de efectuar adiciones a lo políticamente correcto para que el rebaño lo siga mansamente, creando en quienes no lo hagan la mala conciencia de no militar en la “modernidad”.
Pero pienso que todo tiene un límite. Se podrá coger desprevenida a una parte de la ciudadanía y convencerla de que si hay tantos “todos” como “todas” no debería ser correcto englobarlos bajo la expresión única de “todos”. Creo, sin embargo, que no cuajará la segunda jugada que obligaría a sustituir una palabra “todos” por tres, “todos, todas y todes” y a mantener la concentración de tener en cuenta la tripartición constantemente.
Eso lo podrán hacer los políticos que poco o nada tienen que decir porque les permitirá hablar más tiempo diciendo menos cosas. Pero los políticos que se dedican más a hacer que a hablar lo tomaran como un estorbo y un engorro insufrible.
Enviado desde mi iPhone
Otros temas José Manuel Otero Lastresel