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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Me niego a seguir callado

José Manuel Otero Lastresel

Entre las noticias sobre los recientes atentados de París, muchos de ustedes habrán visto las imágenes de la ordenada salida de los aficionados franceses del Estadio de Saint-Denis cantando la Marsellesa y portando su bandera nacional. Hay quien dice –y yo lo creo- que fue una reacción espontánea para ahuyentar el miedo y reafirmar su unidad.

En lo que a mi concierne, al tiempo que sentía una profunda indignación por los enloquecidos atentados de los desalmados Yihadistas, me surgieron otros dos sentimientos que deseo revelar: envidia y orgullo. Envidia, entendida como “emulación, deseo de algo que no se posee” (la envidia sana), y orgullo, esto es, exceso de la propia estimación nacida de una causa noble. Les aclaro seguidamente por qué.

Siendo gallego hasta los tuétanos, me siento también profundamente español y me identifico plenamente con los símbolos que representan a la Nación española: la Bandera de España y nuestro Himno, la Marcha Real. Y es que, por su carácter simbólico, condenso en ellos todo lo que significa para mí ser español: nada más y nada menos que ser heredero de todos los que nos precedieron y llevaron a España al destacado lugar que ocupa en la Historia de la Humanidad. Pero bien entendido que no tengo una idolatría fanática por los citados símbolos, ya que si alguna vez se sustituyeran legalmente por otros seguiría identificándome de la misma manera con los nuevos.

Debo confesar, sin embargo, que por desgracia una parte de mis connacionales no poseen mis mismos sentimientos. Los hay que se identifican más con los símbolos de otros territorios más pequeños, y junto a ellos hay otros que hasta pueden llegar a sentirse avergonzados como consecuencia de la ceremonia de dudas que les habrá generado la disolución simbólica que viene sufriendo desde hace muchos años la vieja España.

Pues bien, -y vuelvo a las imágenes de París- las preguntas que me hago son ¿es que los españoles tenemos menos motivos que los franceses para sentirnos orgullosos de España como Nación? ¿Por qué algunos de nuestros connacionales consideran “fascistas” a los españoles que sienten orgullo de España y de sus símbolos, y, sin embargo, no piensan lo mismo de los franceses que cantan ufanos la Marsellesa y hacen ondear arrogantes la bandera tricolor? ¿Por qué una parte de nuestra intelectualidad considera que es de incultos e infantilmente optimistas sentirse orgullosamente españoles? ¿Hay que creerse la milonga de que la inteligencia es atributo exclusivo de los pesimistas?

Ya no quiero callarme más, me niego a adherirme a la lista de los pesimistas disolventes. A lo largo de mi vida creo haber dado pruebas suficientes de que soy profundamente demócrata y de que respeto la Constitución y las leyes por lo que nadie puede tacharme de “fascista” por sentirme profundamente español y emocionarme con sus símbolos.

Por eso, desde mi trayectoria personal como ciudadano, me atrevo a expresar el deseo de que ojalá nuestras próximas generaciones lleguen a sentirse orgullosas de su Nación y de sus símbolos. Estoy seguro de que yo no lo veré, pero no descarto que algún día llegaremos a conseguirlo. Desde aquí animo a todos los que se sientan españoles a que lo pregonen con orgullo y a que ignoren lo que puedan pensar sobre ello nuestros intelectuales disolventes.

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