Pesadilla significa “preocupación grave y continua que siente alguien a causa de alguna adversidad” y también “persona o cosa enojosa o molesta”. Para lo que voy a escribir me valen los dos significados: tengo una grave y continua preocupación por la desesperante situación política actual y la persona enojosa y molesta a la que culpo de provocármela es Pedro Sánchez, a quien he calificado como el nuevo “Empecinado”, “Doctor NO”, el principal percebe de una piña que se aferra a la “roca” del poder y, más recientemente, “Don Limpio”, el abrillantador mágico de casa ajena.
A partir de hoy y vistos los resultados de las elecciones gallegas y vascas que se acaban de conocer, habría que añadirle a todos esos calificativos el de “imbatible perdedor”.
Decían durante estos días los analistas políticos que el resultado de las elecciones Gallegas y Vascas puede desbloquear la parálisis institucional que afecta al gobierno de España. De ser cierto tal pronóstico, no nos quedan muchas horas para saber si se desvanecerá definitivamente mi pesadilla y, por lo que se palpa en el ambiente, también la de bastantes españoles.
Sospecho, sin embargo, que la pesadilla no va a desparecer y que la voluntad inquebrantable de Sánchez de llegar a la Moncloa lo mantendrá en el combate político hasta que lo obliguen a abandonar el puesto de Secretario General del PSOE, cosa que no veo ni siquiera en la lejanía. Y ello, a pesar de que esta partido, hasta hace poco de gobierno, lleva recibidos por culpa de Sánchez unos descosidos tan descomunales (tercera fuerza política en Galicia y cuarta en el país vasco con los mismos escaños que el PP) que sería inconcebible que los barones de su partido no reaccionaran de manera inmediata y que forzaran su dimisión.
En La Voz de Galicia, Xosé Luis Barreiro Rivas publicaba ayer un excelente artículo en el que se refería al neologismo “demolatría” o “adoración del pueblo” que sostiene que el electorado es infalible, nunca se equivoca. Y añadía que si el pueblo mete la pata –y está claro que a la vista de la situación general en la que estamos lleva dos convocatorias electorales haciéndolo- no hay que darle la razón, sino simplemente recordárselo. De ese modo, haciéndole ver al pueblo que tiene el poder de equivocarse y que a veces lo hace, le ponemos ante sus ojos –añadía Barreiro- que eso tiene consecuencias –las estamos viendo- y que tiene que asumir sus responsabilidades.
Pues bien, si a pesar de los datos de las elecciones gallegas y vascas, el PSOE no reacciona y fuerza unas terceras elecciones –cosa cada vez más probable-, el pueblo seguirá siendo soberano para equivocarse, pero la culpa del resultado electoral será suya y no de los políticos.
Hoy, en Galicia y en el País Vasco, el pueblo ha optado por la estabilidad y alabar esa opción, que no parece equivocada, no es un gesto de “demolatría”, sino de reconocer que esta vez el pueblo ejerció su soberanía y ha acertado por lo menos desde la óptica de la gobernabilidad.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel