Hasta que comenzaron a utilizarse de forma masiva los nuevos instrumentos telemáticos de comunicación, la actividad política se ejercitaba fundamentalmente en los parlamentos y se daba cuenta de ella en la prensa. Por eso, la política era escasamente seguida por la ciudadanía: había solamente una minoría instruida muy reducida que se sentía lo suficientemente atraída por esta actividad como para seguirla por la prensa.
La lógica conclusión que se extrae de lo que antecede es que se trataba de una actividad esencialmente endógena en el sentido de que apenas salía del lugar donde se generaba. Por lo cual, los debates políticos se preparaban para las contiendas parlamentarias, sin perjuicio de que pudieran tener el escaso eco mediático de los entonces únicos medios de “papel”.
Hoy las cosas han cambiado sustancialmente. Existen en la sociedad unos instrumentos tecnológicos de amplificación y difusión de la comunicación tan poderosos que la actividad política parlamentaria solo interesa en la medida en que se pueda hacer llegar masivamente a los electores.
Tal vez por eso parece que los políticos andan ocupados en transmitirnos mensajes reiterativos que repiten una y otra vez, dando la impresión que no tienen otras propuestas que hacernos. Lo cual tiende a empobrecer el contenido mismo de la actividad política.
Por ejemplo, desde el Gobierno se insiste machaconamente en la recuperación económica, en las cifras de crecimiento y, por tanto, en el descenso del número de parados. Mientras que el principal partido de la oposición se limita a hablar de Rajoy, de que es un “recortador de derechos”, y de que defiende a los corruptos y al capital.
Pues bien, si dedicamos unos minutos, no a observar atentamente la realidad, sino las propuestas de los dos grandes partidos, convendrán conmigo en que el Gobierno centra su mensaje en la acción política y –lo que es más interesante- en cuestiones comprobables mediante el simple contraste con los datos: cifras macroeconómicas, porcentaje de crecimiento del PIB y disminución del paro.
En cambio, el principal partido de la oposición, habla de personas (Rajoy), efectúa afirmaciones que requieren un explicación (suponiendo que haya habido recortes ¿quién fue el responsable de la política económica que los motivó?), y habla de un mal, la corrupción, de la que no solo no está libre, sino que protagoniza el mayor escándalo de la reciente historia democrática (los EREs de Andalucía).
Es verdad que la actividad política de hoy va dirigida esencialmente a los electores no a los contrincantes políticos, por eso interesa más que nunca comprimir el mensaje y repetirlo hasta la saciedad. Pero también lo es que eso mismo puede llevar al elector a pensar, aunque sea mínimamente, en lo poco y viejo que le dicen los políticos. Y en ese caso, no parece que sea exitoso dedicarse solo a tirar piedras contra el partido en el Gobierno cuando uno, no solo no está libre de pecado, sino que ha cometido el más grave.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel