Después de llevar veinte años en el Más Allá, recibió una oferta que le pareció irrechazable. Le proponían darse una vuelta por su país de origen con dos posibles duraciones: una mañana o tres años. Lo que en modo alguno le permitían era discutir la propuesta ni pedir explicaciones sobre el porqué de aquellas dos opciones. Solamente podía aceptarla o rechazarla y en el primer caso antes de que dieran las 14 horas del primer día debía manifestar si prefería volver ya o seguir hasta que se cumplieran los tres años prometidos.
Ni que decir tiene que aceptó y en un santiamén apareció sentado a las nueve y media de la mañana en la zona acristalada de una cafetería del centro de Madrid con vistas a la Puerta de Alcalá. Tras quitarse el abrigo y los guantes pidió al camarero un chocolate a la francesa y media docena de churros, añadiendo que, si lo tenían y estaba disponible, le trajeran también el ABC.
Entre tanto observó con atención el entorno. Comprobó lo mucho que había mejorado el parque de automóviles. Ahora había bastantes coches de alta gama, sobre todo alemanes, se veían también algunos todoterrenos y lo que más abundaba eran compactos, principalmente de marcas japonesas y coreanas. Lo que no vio fue pasar ninguno de los antiguos modelos de los años ochenta.
La gente iba bien vestida, los escaparates de los comercios estaban decorados con mucho gusto, y resaltaban los adornos de colores predominantemente blancos, negros y rojos. No tardó en advertir que la ciudad había progresado y que era comparable a las grandes capitales europeas que había visitado antaño.
Lo que realmente le sorprendió fue la lectura de la prensa. Los temas eran más o menos los mismos de antes, pero había cambios importantes. Se hablaba, como en su época de ETA, pero ahora no se daba cuenta de ningún atentado, sino de la criticable salida de la cárcel de un terrorista muy famoso en sus tiempos, Santi Potros. Se seguía discutiendo sobre las autonomías, pero ahora no eran cuestiones de cesión de competencias, sino de que el gobierno de Cataluña estaba inmerso en un proceso secesionista. En economía, las noticias giraban en torno a si se había superado la crisis y los ciudadanos notaban los efectos de la mejoría; y, en lo personal, se daba como posible el procesamiento de un dirigente político que entonces empezaba a despuntar en Alianza Popular. Y en el mundo del corazón, más que de conciertos o de nuevos emparejamientos se comentaba el encarcelamiento de una famosa tonadillera. Por cierto, al comentar esta noticia, se informaba de que también estaban en la cárcel el presidente en sus tiempos de un importante club de fútbol, de un torero que entonces despuntaba, y de varios políticos, de los que nunca había oído hablar.
El que no le sonaba de nada era un tal “pequeño Nicolás”. Preguntó al camarero quien era y éste le contó que se trataba de un muchacho de veinte años que iba visitando los platós de las televisiones contando su proximidad a personas importantes, lo que le hacía parecer una rama de perejil que estaba en todas las salsas.
Mientras le traían la cuenta llegó a la conclusión de que le iba a resultar insoportable aguantar todo aquello tres años más, así que antes de las catorce horas ya estaba retozando alegremente en el lugar del que había venido.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel