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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

La legítima reacción de un pueblo maltratado

José Manuel Otero Lastresel

Pasadas las recientes elecciones europeas, los analistas políticos, incluidos los de los propios partidos, nos han ofrecido sus conclusiones sobre los resultados. El diagnóstico más repetido es el descalabro sufrido por el bipartidismo y la fragmentación del voto entre partidos minoritarios, predominantemente de izquierdas.

Ambas cosas son ciertas y, hasta diría, que esperables, porque cada una tiene, en mi humilde opinión, su explicación, punto éste sobre el que ha habido pocos comentarios. A mi juicio, el mal resultado de los dos partidos mayoritarios tiene, al menos, dos causas, estrechamente interrelacionadas, mientras que el éxito de alguno de los minoritarios es consecuencia, al menos en gran parte, de los errores de aquellos. Veamos.

La primera causa del importante revés de los partidos mayoritarios reside en la crisis económica –que abarca los últimos gobiernos de los dos- y en las consiguientes políticas de recortes. El PSOE, tras negar durante más tiempo del conveniente mientras estaba en el poder que estuviéramos en crisis y tomar alguna medida desacertada por despilfarradora (el Plan E, p.e), se vio obligado a adoptar los primeros recortes para evitar un rescate inmediato. Y el PP, que proponía para las inminentes elecciones un programa expansivo, incluso con bajadas de impuestos, cuando llegó al Gobierno, viendo que íbamos a despeñarnos por un precipicio si cumplía su programa, no tuvo más remedio que hacer lo contrario de lo prometido y tomó nuevas medidas restrictivas para reducir la pavorosa deuda que arrastrábamos. Y ello sin poder revelar cuando llegó al gobierno, para justificar sus medidas, el enorme agujero que se encontró en las cuentas públicas con el fin de que no aumentase la por entonces disparada “prima de riesgo”.

La segunda causa tiene que ver con la percepción popular de quiénes son los que han soportado la crisis. Y es que el pueblo percibe que las medidas restrictivas recaen esencialmente sobre las clases populares sin que afecten apenas a la clase política. Por si esto fuera poco, mientras los ciudadanos soportaban casi en exclusiva los efectos de la crisis, veían como empezaban a  aflorar numerosos casos de corrupción en los que los implicados eran políticos pertenecientes, por lo general, a ambos partidos. Es decir, el pueblo no solo advierte que uno de los principales causantes de la crisis (los políticos) son los que menos la sufren, sino que descubren además que algunos de ellos han estado saqueando las arcas públicas en perjuicio del resto de los ciudadanos.

Ante esta situación, y a pesar de que actualmente el partido en el Gobierno nos está haciendo salir de la crisis, gran parte de sus votantes lo castigan (absteniéndose o votando a otras nuevas opciones más extremas) por incumplir sus promesas electorales, por los recortes, y por no distribuir los efectos de la crisis equitativamente incluyéndose ellos mismos entre los afectados.

Por su parte, la caída vertiginosa del PSOE se explica, no solo porque el pueblo lo considera el verdadero causante de la crisis, sino porque, en lugar de facilitar la salida de la misma pactando o apoyando al PP, llevó a cabo una oposición errática en la que los mismos que nos habían hundido económicamente se presentaban descaradamente ante los electores como salvadores.

El voto a los nuevos partidos minoritarios de izquierda (singularmente, a la formación Podemos) lo interpreto como una especie de recompensa por cierta parte del pueblo que percibió que fueron los únicos que los acompañó en los tiempos de sacrificio con movimientos ciudadanos de oposición pública a las políticas de recortes.

Con todo, la pregunta que hay que hacerse de cara al futuro es si el panorama electoral que se acaba de dibujar mantendrá estabilidad en los próximos comicios. Mi pronóstico carece de valor, pero tengo para mí que, tras esta legítima reacción de un pueblo que se ha sentido maltratado, las aguas volverán a su cauce, aunque puede que haya algún riachuelo que conserve algo de su caudal.

Pero para que así suceda, el PP debe cambiar radicalmente su política de comunicación (y no hablar de hacer pedagogía, porque eso es tanto como decir que el pueblo no entendió su política) y comenzar a hacer política con mayúsculas una vez que la economía ya está encauzada. Y el PSOE debe replantearse profundamente su estrategia y abrir la dirección del partido a personas con nueva ideas.

Y si, como parece, la situación económica mejora el futuro para “Podemos” y otras agrupaciones del mismo corte será menos halagüeño, porque para cosechar el mismo porcentaje de votos en un número que será mucho mayor se necesitará algo más que consolar al pueblo con manifestaciones y acampadas de apoyo y proponer medidas demagógicas imposibles de llevar a la práctica.

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