Esta mañana mientras iba en taxi una locutora comentó que desde primeros de septiembre había grandes atascos en las carreteras de entrada a Madrid. Y se preguntaba sobre la razón por la que estaba aumentando el tráfico. Se me ocurrió comentar que la causa era la mejora de la economía. El taxista asintió, y añadió que el sector del taxi era un termómetro idóneo para tomar la temperatura de la situación económica.
Me contó que actualmente estaban trabajando muy bien desde los jueves hasta los domingos y que si unos cinco años atrás las licencias de taxi habían bajado unos cien mil euros, en el último un año y medio habían subido ya unos veinte miel euros. Su conclusión fue que se notaba claramente la recuperación de la economía, ya que la gente tenía más dinero en el bolsillo.
Hoy se ha publicado que el paro registrado aumentó en septiembre en 26.087 personas mientras que, en cambio, la afiliación a la Seguridad Social creció en 8.916 cotizantes. Y como no podía menos de suceder inmediatamente salió el líder de la oposición, Pedro Sánchez, a comentar, durante su visita a la instalaciones de la empresa Siemens, que nuestra economía no se está recuperando.
En este sentido, el señor Sánchez afirmó: que se está destruyendo empleo, que 9 de cada 10 empleos son precarios, y que cayó en 20 puntos la protección al desempleo de los tres millones setecientos mil parados de larga duración.
¿Quién dice la verdad? ¿Existen o no indicios racionales de recuperación? Cada uno debe sacar sus propias conclusiones. Pero si me correspondiera a mi valorar la situación diría que en un platillo de la balanza están los datos macroeconómicos que según todos los organismos internacionales son claramente positivos, así como la mejora de la vida diaria a la que aludía el taxista, mientras que en el otro platillo están las apreciaciones de aquellos políticos a los que para sus aspiraciones de alcanzar cuanto antes el poder les interesa que todo vaya mal porque “cuanto peor mejor”.
Puestas así las cosas adivinarán con facilidad cuál es mi opinión, pero no dejo de preguntarme si esos políticos interesadamente cenizos y aguafiestas se habrán preguntado alguna vez si el pueblo se da cuenta de lo que de verdad sucede. Porque si nadie mejor que los ciudadanos sabe lo que pasa, no me extrañaría que la credibilidad de los políticos agoreros estuviera por los suelos.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel