Puede que todo lo que voy a escribir a continuación sea innecesario por archiconocido, pero lo que está sucediendo en Grecia con su deuda y lo que se dice sobre este tema, me mueven a recordar ciertas cosas.
Como todo el mundo sabe, las deudas de dinero no surgen por casualidad, ni es algo que se sortee en una tómbola. Nadie se convierte, sin más, en deudor de dinero, como si hubiera contraído una enfermedad. Cuando se adeuda dinero a alguien es porque previamente se le pide a préstamo con la promesa de devolverlo pasado cierto tiempo. Lo cual significa que el que tiene que pedir dinero es porque no lo tiene, y para conseguir la cantidad que desea, o le toca la lotería –algo sumamente improbable-, o no tiene otro remedio que solicitar un préstamo a un tercero.
Pero el tercero presta dinero porque el deudor se obliga a reintegrarle pasado cierto tiempo la cantidad prestada con el interés correspondiente, y porque confía en su solvencia. Lógicamente, el deudor, llegado el momento en que tiene que devolver el préstamo, puede tener la tentación de no cumplir con su obligación de reembolsarlo. En ese caso, el acreedor puede hacer reaccionar al ordenamiento jurídico y constreñir al deudor para que devuelva lo que no es suyo, respondiendo de ello con todos sus bienes presentes y futuros. Con esto se quiere decir que lo único que depende del deudor es la decisión de si cumple o no, pero que se desaten las consecuencias del incumplimiento depende exclusivamente del acreedor.
Pues bien, esto que se ve con toda claridad en las relaciones entre particulares, tiene el mismo esquema cuando el que debe es un Estado soberano.
Grecia no tenía todo el dinero que supuestamente necesitaba para que sus ciudadanos gozasen del nivel de vida al que aspiraban. Y lo fue pidiendo a préstamo. Por eso, los griegos no pueden culpar a nadie de su deuda, son ellos y nadie más los únicos responsables de crearse las necesidades que hubo que cubrir con un dinero que no tenían.
Falseando las cuentas públicas para aparentar una solvencia que no tenía, Grecia solicitó dinero a los mercados internacionales y, ante la imposibilidad de restituir lo que pidió, requirió a la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Central Europeo (la llamada troika) para que acudieran a su rescate. A partir de entonces entre estas tres instituciones le ayudaron a reestructurar la devolución de su cuantiosa deuda (más de 315.000 millones de euros). Y claro, lo que han hecho estas tres instituciones ha sido ir adelantando los fondos que precisaba Grecia, y establecer, al mismo tiempo, unas obligaciones de devolución de lo prestado.
El nuevo Gobierno griego, tal y como había prometido en su programa electoral, ha empezado a tomar medidas (como por ejemplo subir el salario mínimo) que suponen un aumento del gasto público, y otras (la paralización de ciertas privatizaciones) que parecen revelar la intención de incumplir los compromisos asumidos con la troika.
Pero ¿puede hacer esto un Gobierno sin exponerse a ninguna consecuencia? ¿No van a reaccionar la UE, el FMI, y el BCE? Evidentemente, la actitud de Grecia va a tener importantes repercusiones para los griegos.
Si el Gobierno griego decide incumplir por las bravas, dejará de recibir nuevos fondos y al no poder emitir dinero, no tendrá con qué hacer frente a sus nuevas obligaciones. ¿De qué valdrá entonces subir el salario mínimo si no habrá con que pagarlo? Si se aumenta el gasto público y no hay nuevos ingresos procedentes de los impuestos ¿con qué fondos va a hacer frente el Estado griego a sus obligaciones?
Ojalá que me equivoque pero me temo que si el nuevo Gobierno no pacta con la troika algo que a ésta le satisfaga, el pueblo griego va a padecer en el futuro mucho más de lo que ha sufrido hasta ahora. Es posible que, en un primer momento, los griegos estén contentos porque puedan llegar a pensar que no tienen que devolver lo que les hemos prestado, pero tengo para mí que las cañas no tardarán en volverse lanzas. De la pobreza a la riqueza se anda bien, pero el retorno a la pobreza es un camino lleno de espinas. ¡Aviso a navegantes!
Otros temas José Manuel Otero Lastresel