Vuelvo sobre el señor Sánchez porque últimamente está diciendo cosas tan contrarias a lo que yo considero un pensamiento racional que no puedo permanecer callado. Y es que después de lo que escribí en el artículo anterior, acaba de declarar textualmente: «Cedamos lo que tengamos que ceder para que al final gane España». Después de esforzarme intensamente en tratar de comprender esta frase del señor Sánchez he llegado a la siguiente conclusión.
El deseo final de su proposición es que “España gane”. Pero entiende que nuestra gran nación solo puede ganar si el presidente del gobierno es él. Y para que esto se produzca Pedro Sánchez le pide a otros, y claro también se incluye él mismo, que se ceda en lo que se tenga que ceder. Un paso más en su estrategia verbal de su empecinada conquista del poder a cualquier precio. ¡No salgo de mi asombro!
Y es que si bien comparto su afirmación de que se trata de que España gane, a partir de ahí empiezan mis discrepancias. Porque ¿de dónde extrae el señor Sánchez la conclusión de que España gana con él de presidente del gobierno? ¿Ha oído alguna voz, que él identificó despierto o en sueños con España, que se lo haya dicho?
Como esto último a la gente sensata le resulta difícil de creer, la conclusión a la que ha llegado Pedro Sánchez solo puede deberse a su personal interpretación de nuestra realidad actual. Y, al llegar a este punto, mis dudas, lejos de desparecer, aumentan de manera considerable.
En efecto, según le he oído decir reiteradamente, el señor Sánchez piensa que España gana si Rajoy y el PP pasan a la oposición para que tengan tiempo de regenerarse. Pensamiento que seguramente habrá visto reforzado en su interior tras el (¿planificado?) afloramiento de los últimos episodios de corrupción en Valencia.
Es verdad que la corrupción es inadmisible y que si hay dos palabras incompatibles son democracia y corrupción. Porque cuando la soberanía de una nación reside en el pueblo, los políticos, que son quienes lo representan, tienen el alto honor y, a la vez, la honrosa responsabilidad de dedicarse al servicio de los ciudadanos y a la defensa de sus intereses. Y esa misión es una parte importante de su retribución, que conoce todo el que se dedica a esa actividad “voluntaria”, como sucede en otras muy vocacionales como la enseñanza que tampoco está bien pagada.
Ahora bien, si lo que antecede es cierto también lo es que quienes representan al pueblo español son las Cortes Generales y que quien interviene en la designación del presidente del gobierno es el Congreso de los Diputados. Por eso, quienes representan el interés de España en lo relativo a la elección de presidente del gobierno son los ciudadanos que ocupan los 350 escaños del Congreso de los Diputados. Y hasta que éstos no otorguen su confianza, si es que esto llega en esta ocasión a producirse, me parece un verdadero dislate afirmar cuando gana o pierde España, aunque el que lo haga ostente la efímera condición de candidato a presidente del gobierno.
Pero que nadie se llame a engaño. Si en el proceso de investidura se quiere introducir artificial e inapropiadamente el tema de la corrupción, iríamos directos a unas nuevas elecciones generales, porque todas las formaciones políticas están manchadas por algún episodio de corrupción, una en mayor número, otra en mayor cuantía, otra solo en alguno y otra hasta con posible financiación de Estados extranjeros.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel