El diccionario de la lengua de la RAE, entre las significaciones de la palabra “mal”, contiene el de la expresión coloquial “del mal, el menos”, respecto de la que dice que se utiliza “para aconsejar que entre dos males se elija el menor”. Al parecer se trata de un refrán que recoge Mateo Alemán en su novela picaresca “Guzmán de Alfarache”. Y como refrán que es supone, como todos ellos, un “dicho agudo y sentencioso de sentido común”.
Viene lo que antecede a cuento porque cuando uno observa con cierta distancia la política de pactos que mantienen nuestros cuatro partidos mayoritarios, ve, no sin cierto estupor, que algunos de ellos no siguen el indicado refrán.
El Partido Popular, como tiene que pactar con otros partidos porque no goza de mayoría absoluta, suele observar el citado refrán y puesto que tiene que pactar (el mal) elije lo menos malo que es pactar con los partidos más afines: Ciudadanos y el PSOE. Y lo mismo puede decirse de Ciudadanos que obligado a pactar acostumbra a hacerlo con el PP o con el PSOE.
Pero a partir de aquí las cosas se complican porque el PSOE no sigue el indicado consejo con la frecuencia que sería deseable. Es verdad que el partido socialista está pasando por un período de notable indefinición en cuanto a sus líneas programáticas y que parece albergar en su seno dos tendencias: una absolutamente constitucionalista que propugna la vigencia de la socialdemocracia y otra populista-posibilista que propone alcanzar el poder como sea aunque haya que pactar con los partidos que defienden flagrantes incumplimientos de la Constitución.
Hasta ahora, y pendientes de la tendencia que triunfe en el próximo Congreso, el PSOE de la “gestora” viene manteniendo un difícil equilibrio a la hora de pactar. Tal vez porque no tiene muy claro que es lo “menos malo”. Y es que tiene las dos siguientes opciones: pactar con los otros dos partidos constitucionalistas y permitir que Podemos vocee que es la oposición; o vetar las políticas de los dos partidos constitucionalistas y hacer el caldo gordo a los demás partidos para que se visualice que el PSOE es el principal partido de la oposición.
Desde el punto de vista partidista la solución no es fácil, ya que dada la radicalidad actual de la militancia socialista –al menos es lo que parece- considerar “mal menor” los pactos imprescindibles con los partidos constitucionalistas puede llegar a tener consecuencia negativas en las primarias y el Congreso del Partido.
Pero si de la óptica partidista nos trasladamos a la de los intereses generales, no creo que pueda dudarse de que lo menos malo es alinearse en las cuestiones esenciales (pienso, por ejemplo, en la respuesta del Estado central al desafío secesionista catalán) con los partidos constitucionalistas. En ese caso, la libertad de ejercicio de su actividad política tiene el límite fijado expresamente por el artículo 6 de la Constitución para los partidos políticos que es “el respeto a la Constitución y la ley”.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel