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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El Real Madrid en Liverpool

José Manuel Otero Lastresel

Tuve muchas dudas sobre si debía contar mis impresiones sobre el recientísimo viaje con el Real Madrid a Liverpool. Me impulsaba a guardármelas para mí el criterio de que uno no debe escribir sobre sí mismo. Pero había algo que me movía a compartir el privilegio del que disfruté: lo que tenía que narrar no tenía nada que ver conmigo, sino con el Liverpool. Y por eso, me decidí.

Antes de viajar a Liverpool sabía que esta ciudad del medio oeste de Inglaterra cuanta con dos mitos: el club de fútbol Liverpool y los Beatles. No es nada fácil llegar a ser un mito, y mucho menos contar con dos de tan titánica dimensión. Pero los habitantes de Liverpool han sabido aupar hasta el grado de lo legendario a un club de fútbol y a un grupo de músicos geniales.

Había oído hablar mucho de “Anfield Road” y la primera sorpresa que me llevé al entrar en él la muy desapacible tarde del martes en que fui a presenciar el entrenamiento del Real Madrid fue que era un Estadio pequeño. Desde luego, parecía casi la mitad del Santiago Bernabéu. Por lo que pensé que su fama tenía que deberse a otras causas.

Solo tuve que esperar a los minutos inmediatamente anteriores al comienzo del partido para conocer una de las razones de su merecida notoriedad en el mundo del fútbol. Poco antes de que saltaran los jugadores al campo de juego, ayudados por la megafonía, los aficionados, formando un coro perfectamente acompasado, cantaron “You’ll never walk alone” (nunca caminarás solo) con tanta intensidad y pasión que ponía los pelos de punta.

Durante todo el partido, y a pesar de que el Real Madrid no tardó en adelantarse en el marcador e ir ganando tres a cero, no dejaron de animar a su equipo. Pero lo mejor vino al final: cuando acabó el partido y los jugadores de los dos equipos se abrazaban en el centro del campo, los aficionados, que no dejaron de tener ni por un memento un comportamiento excepcional, aplaudieron casi unánimemente al Real Madrid reconociendo la calidad de su juego.

Y para que todo fuese una fiesta, los madridistas que se desplazaron hasta Liverpool y que llenaban algo más que un cuarto de una grada, comenzaron a cantar ¡Liverpool, Liverpool, Liverpool!, en señal de admiración y respeto a este club ejemplar. Al salir del campo, y mientras regresábamos en un vuelo mucho más plácido que el de venida (aterrizamos en Liverpool con viento racheado de casi 100 km), comprendí en toda su dimensión la grandeza de este equipo al que tanto admira el mundo del fútbol. Los ingleses no solo idearon el fútbol, alguno de sus clubes, como el Liverpool, lo han convertido en un ejemplo de lo que es el “fair play” dentro del terreno de juego y en las gradas.

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