Muchos de ustedes habrán visto las intervenciones de ayer en la plaza de toros de Tarragona de Puigdemont y de Junqueras. El primero parecía un niño que, primero, se reía con los cánticos del público sobre las papeletas y después al ver que, a la pregunta de que preguntaba que les hacía de qué iban a hacer, ellos respondían que “votar”.
El refranero español es un rico compendio de dichos sentenciosos plenos de acierto y de sentido común. Y hay uno de ellos que viene muy a cuento: “el que ríe último, ríe mejor”, que recomienda no cantar victoria antes de tiempo. Los secesionistas se divirtieron con sus bravatas y haciendo gala de su reiterada desobediencia a la Constitución y las leyes.
Es el momento de los secesionistas, porque es más fácil desobedecer que hacer cumplir las leyes. La desobediencia es instantánea y exigir el cumplimiento de la ley implica poner en marcha un lento mecanismo que tiene los pasos sucesivos perfectamente reglados en garantía de todos los ciudadanos.
Pero los poderes del Estado de Derecho ya se han puesto en movimiento. Hay varis querellas presentadas contra los principales implicados en la organización del referéndum ilegal del día 1 de octubre. Pues bien, todos los que estamos familiarizados con el mundo de la justicia sabemos que, aunque tarda, llega siempre. Si a eso se añade que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, incluidas las autonómicas, han recibido instrucciones precisas para impedir el referéndum, lo lógico es pensar que semejante “aparato” democrático de poder va a conseguir el objetivo reiteradamente anunciado por el Gobierno de la Nación de que aquél no va a celebrarse.
En ese momento, será el turno de los que nos “reiremos” los últimos y tengan por seguro de que entonces reiremos mejor. No se desanimen porque los secesionistas estén en tiempos de bravatas y chulerías. El Estado de Derecho llegará y las risas de ahora tornarán en depresivas frustraciones.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel