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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

El himno de la Legión y el Cristo de Mena

José Manuel Otero Lastresel

Hace muchos años me contó mi madre que un día de Viernes Santo, cuando tenía tres años, viendo la procesión del Santo Entierro en Ferrol al ver pasar desfilando al Arma de Marina observó que me salían dos lágrimas de los ojos. Y añadió: “desde entonces siempre creí que ibas a ser militar”. Pero la vida me llevó por otros caminos.

Sesenta y seis años después, ayer, con motivo de otra procesión, me volví a emocionar. Fue durante el traslado del Cristo de Mena en Málaga desde la iglesia de Santo Domingo portado a hombros de la Legión.

Con la marcialidad propia de este cuerpo de nuestras Fuerzas Armadas, un grupo de jóvenes legionarios llevaban a hombros la imagen del Cristo de Mena al tiempo que cantaban el emocionante himno de la Legión. Y al llegar a la estrofa que dice: “Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera; soy un novio de la muerte que va a unirse en lazo fuerte con tal leal compañera”, sentí que mi cuerpo temblaba, que el pelo se me erizaba, se me ponía la carne de gallina y que los ojos estaban más húmedos que de costumbre.

Por unos instantes me vi sumido en un torbellino de emociones que disputaban una dura lucha: la agitación que sentía era cierta e incontenible, pero parecía surgir en momentos poco propicios para la emoción por motivos relacionados con la muerte y nuestras Fuerzas Armadas.

Y de pronto me serené y pensé: “Si hace poco escribí en este blog que había sentido envidia de cómo, tras los atentados de Paris, los franceses abandonaban el Estadio de Francia cantando la Marsellesa,  ¿por qué no voy a contar hoy que me siento todavía más orgulloso que entonces del Cuerpo de la Legión y que me emocionó en grado sumo la letra de su maravilloso himno?

No les pido en modo alguno que compartan mis emociones, pero me siento en el deber de expresar y difundir mis pensamientos sin que me pueden callar las opiniones mal llamadas “políticamente correctas”. Por eso, lejos de caer en la autocensura, optaré siempre que lo considere conveniente por el acto de sinceridad de expresar mis propios sentimientos aunque puedan no ser compartidos por otros que preferirían que los mantuviéramos en silencio.

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