Con el título “El Genio de una noche” Stefan Zweig rememora, como uno de los “Momentos estelares de la Humanidad”, la noche del 25 al 26 de abril de 1792 en la que el capitán de ingenieros Rouget de Lisle compuso la Marsellesa como canto de guerra del ejercito del Rin que marchará ese día contra el enemigo.
Refiriéndose a ese momento, Stefan Zweig afirma “En la historia de todos los pueblos difícilmente se habrá repetido el que a una canción se le haya puesto música y letra con una rapidez y una perfección semejantes”. Y es que la Marsellesa, siendo el himno de Francia, gusta hasta a los que no son franceses.
Nuestro himno tiene una historia más modesta, pero no menos merecedora de respeto. En efecto, la “Marcha Granadera” es de autor desconocido y no tiene letra. Se trata de un toque militar al que Carlos III declaró Marcha de Honor el 3 de septiembre de 1771. Y como era una pieza que se interpretaba en los actos públicos a los que asistían el Rey, la Reina o el Príncipe de Asturias, acabó siendo denominada “Marcha Real” y considerada hasta hoy, con excepción de la duración de la II República, Himno de España .
Pues bien, como yo creo tener suficiente autoestima, como ser y declararme español, lejos de avergonzarme o acomplejarme, supone un verdadero orgullo, me complace afirmar públicamente –sin que ello reduzca ni un ápice mi inteligencia ni mi firme convicción democrática- que escuchar el Himno Nacional me emociona.
Lo considero, antes que otras, la composición musical en la que se reflejan los valores de la actual España democrática por decisión de un Gobierno legítimo (Real Decreto 1560/1997, de 10 de octubre, por el que se regula el Himno Nacional). Por eso, pido para el Himno de España el mayor de los respetos, tanto como el que yo tengo para los himnos de cualesquiera otras naciones, nacionalidades o regiones. Es verdad que nadie puede obligar a nadie a que se emocione con el Himno Nacional, porque la emoción es un sentimiento que no puede imponerse. Pero creo que sí se puede pedir a todos los ciudadanos de bien que le tengan respeto –lo cual es algo fácilmente controlable- y que contribuyan con ello a la necesaria convivencia democrática.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel