Según datos a los que se puede acceder fácilmente, parece que hay dos billones de galaxias observables. Lo cual revela que el Universo está extraordinariamente poblado de estrellas y planetas, algunos de los cuales divisamos cada anochecer con solo mirar al cielo. Si, según señalan los expertos, la distancia entre ellas es sideral lo lógico es pensar en la existencia de un espacio universal casi infinito.
Por lo que sabemos hasta ahora, aunque no hay que descartar ninguna hipótesis, todo parece indicar que la Tierra es el único planeta habitado, lo cual la dota de una singularidad que obliga a hacerse algunas preguntas. Con esto quiero decir, que el solo hecho de no haberse podido demostrar, al menos hasta ahora, con absoluta “fehaciencia” que hay otros seres vivos que nos acompañan en el Universo nos convierte en unos privilegiados a los cuales se nos ha puesto todo el Universo para disfrute de nuestro espíritu.
Por eso, ya tengamos una visión del Universo en cuyo centro figure Dios, ya el hombre, me parece que debemos plantearnos si no es un despilfarro infinito haber dispuesto la inmensidad del Universo a disposición de unos pocos seres que habitan un minúsculo planeta en la inmensidad del Cosmos.
Es muy probable que la cuestión que se escapa a nuestro entendimiento, pero convendrán conmigo que el “responsable” de la creación del Universo –si es que hay alguien que pueda serlo- se “ha pasado” al idear la “envoltura” que rodea la vida del ser humano. Tanto desde la óptica de la necesidad, como desde la panorámica de la utilidad, no se acierta a descubrir qué sentido tiene que se haya generado todo el Universo en su inabarcable inmensidad al servicio de uno solo de sus planetas habitado por seres malavenidos, cuyas vidas no dejen de ser pequeñas e irrelevantes.
Las cosas serían peores todavía si nos planteáramos la cuestión en términos de eficiencia. Estoy seguro de que más de uno convendrá conmigo que lo que conocemos del Universo, más allá de ser en sí mismo apasionante, es un inmenso despilfarro de energía que no está en modo alguno racionalmente justificado. Es lo que hay, pero ¿para qué? ¿para quién? ¿hay otros seres, por llamarlos con nuestra denominación, que comparten este despilfarro cósmico para que no lo sea tanto? Respóndanse ustedes mismos.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel