El ritmo vertiginoso en el que transcurre nuestra existencia -que le está restando parte de su sentido a nuestra vida diaria- dificulta que hagamos una pausa para observar detenidamente algunas de las circunstancias negativas que nos rodean. Una de ellas es la multitud de seres humanos que pululan a nuestro alrededor enviándonos señales de pobreza y exclusión social que ignoramos con una irresponsabilidad impropia de personas solidarias con los más necesitados.
Es verdad que las administraciones públicas destinan una parte importante de sus recursos a subvenir las necesidades de estos desheredados de la fortuna. Pero también lo es que resulta del todo insuficiente. Razón por la cual en los últimos años se está intensificando la dedicación de numerosas instituciones benéfico-sociales, una parte importante de las cuales está muy vinculada a la Iglesia Católica, a programas de ayuda a los más necesitados.
Por razones que no vienen al caso, acabo de recibir la memoria de una conocida institución benéfico-social con sede en La Coruña, “Padre Rubinos”, cuyos datos revelan la importantísima labor que realiza. De los tres ámbitos en los que proyecta su actividad, a saber: el albergue de transeúntes, la residencia de ancianos y la escuela infantil, voy a destacar solamente algunos de los referidos al primero.
El servicio denominado Albergue de Transeúntes se ofrece como primera acogida para personas sin hogar, en proceso de exclusión social, sin recursos, y con problemas añadidos, como adicciones o deficiente salud mental. Hay un programa de corta estancia que cubre el alojamiento con carácter temporal, facilita la diaria higiene corporal, proporciona vestimenta y habilita una consigna para guardar objetos personales.
El dormitorio, que abre todos los días desde las 22,30 hasta las 8 de la mañana, dispone de 50 camas para hombre y 10 para mujeres. Durante el años 2013 pernoctaron 625 personas, el 69% españoles y el resto extranjeros. De todos ellos, 78 han sido mujeres (14%) y 547 hombres (86%) y en cuanto a las edades de los beneficiarios el grueso está en las franjas de 30 a 49 años (288 personas) y de 50 a 69 (198). El servicio de duchas, que además de para los albergados, puede ser utilizado por gente no alojada pero en situación personal de necesidad, ha sido utilizado en 2013 en 22.536 servicios. Finalmente, dentro del programa llamado “Calor y Café”, la institución proporciona bebida caliente, utensilios para el aseo y ropa interior, al tiempo que hablita sillones reclinables con mantas y otra ropa de abrigo para pasar la noche. Su objetivo esencial es reducir el número de personas que pernoctan en las calles. Lo han utilizado 358 usuarios, la mayoría de los cuales son hombres españoles entre los 30 y 69 años.
Reconforta que existan estos “otros” que no solo suplen las deficiencias del llamado “Estado del Bienestar” (es claro que no lo es para todos), sino que nos permiten a los demás seguir viviendo sin tropezarnos con esa “molesta” turba de los herederos de la nada.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel