Desde que el hombre vino al mundo, la inmensa mayoría ha ido quedando en el olvido de los del montón. Solo muy pocos han logrado vivir en el recuerdo de la generalidad o de una buena parte de las generaciones posteriores. De éstos últimos, solemos tener noticia, unas veces por lo que ellos mismos han contado, y las más, por otros que se han ocupado de recomponer literariamente sus vidas.
En su autobiografía “Vivir para Contarla” escribió García Márquez que “la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Este brillante pensamiento revela que cuando es uno mismo el que relata su propia vida puede haber diferencias relevantes entre la vida realmente vivida por su protagonista y la que ha quedado fijada en su recuerdo. Diferencias que suelen ser muchísimo mayores cuando el biógrafo es un tercero. De algo de esto último va la novela “El Beato”, ganadora del LXII Premio de Novela Ateneo Ciudad de Valladolid.
En la que me parece una de sus mejores novelas, Alfredo Conde plasmó la idea, sumamente original, de realizar dos narraciones de una misma vida, la del Beato gallego “Fray Julián de Chaguazoso, religioso franciscano de la Provincia del Santo Evangelio de México”. En efecto, el hilo conductor de la novela es la vida de Fray Julián pintada en 33 láminas por otro miembro de su Orden, Fray Tadeo de la Aguadilla. Pero –y esto es lo verdaderamente novedoso – el Beato nos narra en primera persona su propia vida a través de un muy logrado recurso literario que consiste en describir cada una de las láminas, pero completándolas con la vida vivida pero no dibujada, y puntualizando en cada de ellas lo que hay de cierto y lo que no lo es.
El resultado final es una obra que, además de entretener, hace pensar. Porque ¿qué sucedería si los protagonista de las vidas narradas por otros, en las que generalmente se deforma la verdad mediante la exageración, pudieran reconducir a sus verdaderos límites lo que falsamente les atribuyó su biógrafo?
La novela, además de muy original y narrada con el brillante estilo del autor, rezuma Galicia. El autor nos da parte de su alma que se empezó cociendo a fuego lento en su Allariz natal y siguió “navegando” por múltiples ámbitos hasta conformar su rica personalidad actual. El Beato es de esas novelas que hay que leer con un lápiz en la mano porque invita con frecuencia a subrayar algunos pasajes o a anotar lo que va sugiriendo lo mucho que nos ha regalado de sí mismo en esta novela nuestro Premio Nacional de Literatura y Premio Nadal.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel