Tenemos a nuestros comentaristas políticos divididos sobre la oportunidad y el acierto de la nueva política de comunicación de los candidatos a la Presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales del 20 de diciembre. La discusión gira sobre dos puntos. De una parte, se debate sobre si conviene o no que los candidatos acudan a programas de entretenimiento de gran audiencia. Y de otra, admitido que participen en tales programas, si deben mostrar preferentemente su perfil humano o actuar como políticos.
No encuentro razón alguna para limitar la estrategia comunicacional de los líderes de los partidos. Lo que tal vez podría plantearse es el porqué de esta nueva política de comunicación. Y ello porque habiendo todavía bastantes programas de debate político en los que podrían encajar perfectamente esas visiones de los aspectos más personales de los candidatos, los estrategas de campaña buscan otros “escaparates”, hasta ahora inhabituales, para vendernos a los políticos.
Puede haber otras explicaciones, pero no hay que descartar que no siendo muy elevadas las audiencias de los programas estrictamente políticos –lo cual revela un cierto hastío de la política democrática de la que estábamos sedientos en mí juventud-, los directores de campaña se hayan decidido tanto por los de más audiencia como por aquéllos en los que ésta es más variada y con público joven.
En cuanto a si, una vez que están en dichos programas deben emitir mensajes políticos o mostrar su lado puramente humano, creo que deben optar por esto último. Y ello por dos razones.
La primera es que, si reiteraran sus mensajes políticos, estarían “deformando” el formato mismo del programa dando una primacía injustificada a la materia política sobre la de variedades y entretenimiento. Dicho más claramente, lo político, por muy importante y trascendente que pueda parecer, no debe desplazar el contenido habitual de un programa concebido para entretener.
Y la segunda –y tal vez más importante- reside en que por mucho que quieran mostrar su lado humano y “ocultar” su vertiente política, lo más seguro es que los candidatos acaben revelando aspectos de su faceta política o que ésta sea detectada por los espectadores.
Es verdad que la banalidad de algunos programas o la búsqueda de las experiencias vitales de los entrevistados en otros puede “descolocar” a algunos candidatos. Pero no lo es menos que su modo de afrontar los retos que les plantea la propia índole del programa puede revelar un aspecto nada despreciable de la personalidad de quien aspira a gobernarnos.
Otros temas José Manuel Otero Lastresel