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Blogs Puentes de Palabras por José Manuel Otero Lastres

Carta abierta a Albert Rivera

José Manuel Otero Lastresel

En su comparecencia pública para valorar los resultados electorales del pasado domingo, le escuché que había llegado el centrismo para quedarse. Y me pareció bien, porque prefiero un partido centrista de ámbito nacional que defiende el interés de todos con el que haya que pactar cuando no haya mayoría absoluta que un partido nacionalista que siempre pedirá algo a cambio en beneficio de unos pocos.

Pero me empiezan a preocupar sus recientes manifestaciones, porque parecen contradecir su afirmación sobre la llegada definitiva del centrismo. Me refiero a la que parece su persistencia en el veto a Mariano Rajoy. Espero que medite serenamente y que, haciendo real su proclamada defensa de los intereses nacionales, se replantee su política de pactos post electorales. Las razones que me mueven a pedirle que reconsidere su postura son las siguientes.

La primera es que observe con detenimiento el apoyo popular que ha recibido Mariano Rajoy. El artículo 66 de la Constitución establece que “las Cortes Generales representan al pueblo español y están formadas por el Congreso de los Diputados y el Senado”. Pues bien, en las recientes elecciones generales Mariano Rajoy y el PP, que han sido los únicos que han mejorado sus resultados, reunieron la más amplia representatividad del pueblo español: 137 diputados de los 300 que componen el Congreso y 130 senadores de los 208 (que con los asignados por las autonomías hacen 151 de 266) que componen el Senado. El PP representa, sin el más mínimo género de duda, al mayor número de ciudadanos.

Así las cosas, la pregunta surge por sí sola: ¿cómo puede un partido que se proclama centrista negarse a pactar con la formación política que concentra la mayor (y creciente) representatividad del pueblo español? ¿No considera que si persiste en su actitud los españoles pensaran que su centrismo no es más que un eslogan?

La segunda razón es que el motivo de su veto parece tan poco sincero que suena a disculpa. Y digo esto porque, en primer lugar, la corrupción que se está manifestando ahora no es actual, sino que tuvo lugar en épocas pasadas y, claro, como el pasado no se puede mover, la única actitud que cabe valorar es la futura. Pues bien, ¿puede usted afirmar seriamente que Mariano Rajoy se niega a atajar la corrupción futura? ¿Puede citar un solo caso de corrupción consumada actualmente que no recibiera una respuesta inmediata y tajante del PP? A lo que se puede añadir que si de verdad le preocupara tanto la corrupción no habría apoyado, incluso con un pacto de gobierno, al PSOE que tiene tantos episodios de corrupción pasada como el PP y cuantitativamente mucho más relevantes.

Y la tercera y última razón es que a la política se viene a algo más que a hablar y debatir. Hasta ahora los resultados electorales no le han permitido asumir, por lo general, más que una función de “control” de gobiernos autonómicos o de entidades locales. Y es apreciable la labor que están llevando a cabo en estos ámbitos. Pero les ha llegado el momento de implicarse. Usted decía que lo importante eran los asuntos a pactar y no los sillones. Y curiosamente, es usted el primero que se enreda con el sillón de Mariano Rajoy. Negocie con vehemencia, pero sin condiciones previas, aquellas cuestiones que considere imprescindibles para que las asuma el próximo gobierno. Y, tras la respuesta del PP, valore serena y objetivamente si el interés general de España merece que su formación facilite la gobernabilidad de nuestra gran Nación.

Su formación política y usted son muy jóvenes y todavía con poca trayectoria política como para sentir odios e imponer vetos. A Sánchez esta actitud no le ha ido muy bien. Usted está a tiempo de rectificar. Pienso que a la mayoría de los españoles que le han dado su representatividad en las Cortes Generales a Mariano Rajoy y al PP les gustaría ver en usted a un futuro hombre de Estado, porque no estamos muy sobrados. Está ante una ocasión que sin duda marcará su futuro.

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