Circulan por Internet un audio y una imagen en las que se acredita que cuando está al frente del Gobierno de un país una mujer, la reacción contra la pandemia del coronavirus es más eficaz y, consecuentemente, más beneficiosa para la salud de la ciudadanía.
En la grabación de audio, se señala que de los 194 países que hay en el mundo, solo 10 tienen como primer ministro a una mujer. Y la imagen consiste en una foto de las siete primeras ministras de Alemania, Taiwan, Nueva Zelanda, Islandia, Finlandia, Noruega y Dinamarca. En la parte superior de la fotografía se dice: “Los países con mejor desempeño en la pandemia del coronavirus” y en la parte inferior, la leyenda “saquen sus conclusiones”.
Mi conclusión es que no creo que sea una casualidad, sino que en los países que tienen una clase política bien preparada las mujeres que llegan muy alto tienen una sobresaliente formación. Por lo general, las mujeres que triunfan en los distintos órdenes de la vida suelen coincidir en que, a las dificultades propias de la actividad en sí, han tenido que superar las derivadas del hecho de ser mujer.
Además de la capacitación política que puede alcanzar una mujer en los países como los siete reseñados, pienso que han influido en el éxito de su gestión también las diferencias que existen entre el hombre y la mujer en tanto que seres vivos. Aunque las más visibles son, tal vez, las morfológicas, las que presentan más interés, al menos para mí, son las que tienen que ver con su respectiva actitud ante la vida.
Si tuviera que elegir una sola palabra para describir cómo va el varón por la vida, escogería la de “ensimismado”. Pero no porque tienda a “sumirse o recogerse en la propia intimidad”, sino porque “se goza en sí mismo, se envanece, se engríe”. El hombre vive mirando para sí, como si fuera un pavo real, encantado de conocerse, y sin preocuparse grandemente de todo lo que lo rodea. Lo que cae fuera de sí mismo no atrae su interés, salvo que se trate de algo que tenga que ver con él.
En cambio, la mujer es, por encima de todo, observadora, mantiene constantemente una actitud vigilante sobre lo que sucede a su alrededor. Por eso, es sumamente perspicaz: con su mirada, aguda y de largo alcance, penetra con profundidad en el significado de lo que le rodea.
La consecuencia de todo ello es que la mujer no solo se entera de lo que sucede con bastante más antelación que el varón, sino que alcanza la madurez antes y en mayor grado que el varón. En definitiva, la mujer actúa con más prevención que el hombre.
Pues bien, en su obra “El arte de la prudencia”, y bajo el título “pensar por adelantado”, escribió Baltasar Gracián en 1647 “Pensar por adelantado: hoy para mañana e incluso para muchos días. La mayor fortuna se hace con horas de previsión. Para los prevenidos no hay malas contingencias, ni para los preparados hay aprietos. El razonamiento no debe retrasarse hasta la ocasión crítica sino que debe anticiparse. Con la madurez del pensamiento cuidadoso hay que prevenir el tiempo más riguroso…Algunos hacen y después piensan; buscan excusas más que consecuencias. Otros no piensan ni antes ni después. Toda la vida debe consistir en pensar para acertar el rumbo. La prevención y el pensamiento cuidadoso son un buen recurso para vivir adelantado”. Estoy completamente de acuerdo con la reflexión de este sabio del siglo XVII. Es un magnífico consejo para actuar en la vida en general y, en política, debería ser una máxima de obligado cumplimiento.
PolíticaSociedad José Manuel Otero Lastresel