La corona española auspició hace quinientos años (1519) una misión imposible que terminaría por ser un hecho histórico: la primera circunnavegación de la Tierra, la primera vuelta al mundo. La odisea de Magallanes y Elcano tuvo mucho de osadía… y -con el paso del tiempo- de inspiración. De la Era de los Descubrimientos, en los siglos XV y XVI, nos quedan incontables expediciones de españoles, portugueses o ingleses convertidas en epopeyas. Hay que recordar que las bulas de Alejandro VI (1493) y el Tratado de Tordesillas (1494) delimitaron claramente entre España y Portugal las preferencias para hollar tierras desconocidas y evangelizar, sobre todo en el Nuevo Mundo, incluida América, el gran Pacífico y un lugar del extremo sur (Terra Australis) del que muchos empezaban a hablar pero donde nadie había puesto el pie jamás.
Más allá de las aguas tormentosas del Cabo de Hornos, límite austral del continente suramericano, se intuía un territorio helado que sonaba tan lejano como ahora Marte. El almirante Gabriel de Castilla, al frente del navío Buena Nueva, avistó las islas Shetland del Sur, al borde de la Antártida, en 1603. Y el 11 de mayo de 1819 partió de Cádiz la llamada división del Mar del Sur, compuesta por cuatro navíos, incluido el San Telmo, el buque insignia, a bordo del cual viajaba el brigadier Rosendo Porlier y Asteguieta, jefe de la flota. Llevaba 74 cañones y 644 hombres a bordo. Dentro del misterio que le rodea, sabemos que su estructura se encontraba en mal estado, y que su velamen de tres palos fue presa de las inclemencias en el sur desconocido. Lo que se sospecha, en cambio, podría cambiar los libros de historia.
El San Telmo probablemente llegó más al sur de lo previsto, hasta que naufragó en el norte de Isla Livingston. En aquellas aguas se encontraba también el bergantín capitaneado por William Smith, quien en su tercer viaje (octubre de 1819) logró desembarcar en la que hoy se conoce como Isla del Rey Jorge. ¿Quién pisó por primera vez la Antártida, Smith o la tripulación del San Telmo, los ingleses que volvieron para contarlo o los españoles antes de morir? Un capitán inglés, Robert Fildes, aseguró que hallaron en la playa Media Luna de Livingston un cepo de ancla de un barco de 74 cañones. Incluso se dice que el capitán Smith pudo llevárselo a casa para construir un ataúd. Hay otros testimonios de la época que relacionan el San Telmo con la Antártida. Investigadores españoles del CSIC buscaron los restos del barco -sin resultados- durante dos campañas en los años 90. Por ahora, el misterio del San Telmo se queda en las conversaciones entre marinos, en algún libro y en un recuerdo que nunca se ha desvanecido.
Quinientos años después de la primera vuelta al mundo y doscientos de la llegada a la Antártida, los cruceros de expedición, algunos de ellos de lujo, navegan por las zonas más extremas del planeta. El turismo se ha convertido en una industria global de primer orden, en parte a partir de la inspiración de los grandes exploradores. Ellos vieron primero unos paisajes que ahora están al alcance de muchos, incluida la Antártida. El comienzo de la edición número 39 de Fitur sirve para celebrar el éxito del turismo español hoy y el honor y la gloria de aquellos héroes de los Descubrimientos.
Foto: Arnau Ferrer / Canal Lemaire, en el oeste de la península Antártica.
Otros temas J. F. Alonsoel