En 2012 llegaron al puerto de Shanghai 62 transatlánticos; en 2013 serán 150. En 2010 tocaron los puertos chinos 223 barcos de cruceros; en 2011 fueron 262. Estas cifras dan idea de una revolución en marcha: la industria de cruceros se traslada a Asia.
En el año 2000, el 91 por ciento del sector de los cruceros residía en Estados Unidos, en esos barcos llenos de pasajeros rollizos que salían de Florida camino del Caribe, algo que los españoles apenas imaginaban viendo alguna serie de televisión. En 2011 esa cifra ya se había reducido al 69 por ciento, mientras que el restante 31 se repartía por otras regiones, sobre todo Europa. Ahora asistimos al nacimiento de un nuevo cambio, la segunda revolución.
Andrew Stuart, vicepresidente Ejecutivo de Ventas y Servicios de Pasajeros de Norwegian Cruise Line, explica este salto vertiginoso con un dato: en 2030, el 80 por ciento de la clase media global estará en Asia. Un 1 por ciento de penetración en ese mercado bastaría para sumar 40 millones de pasajeros, el doble de los que el año pasado pasaron sus vacaciones en un crucero en todo el mundo.
La radiografía presentada por Stuart durante la inauguración del International Cruise Summit en Madrid muestra un sector con una musculatura fuerte, que genera 127.000 millones de euros cada año, y que cada ejercicio se torna más global, muy lejos de aquellos primeros años de la década, cuando se podía decir que era un producto “made in USA”.
Las cifras en España también son espectaculares. En 2011, pasaron por los puertos españoles 5,2 millones de viajeros (90 por ciento más que en 2006); 1,4 millones embarcaron en nuestros puertos (+93%); y el sector generó 1.300 millones de euros (+67), y dio empleo a 27.500 personas (+77). Y todo ello a pesar del accidente del Costa Concordia, de los 32 muertos y la imagen del barco hundido repetida una y mil veces…
La industria reaccionó a esa cuchillada en su imagen con una bajada de precios, que estos días se discute en las conferencias del International Cruise Summit como uno de los problemas de las navieras. Reconocen que han puesto el foco en el precio y no en el valor de la experiencia, lo que ha servido para mantener sus cifras de pasajeros al mismo tiempo que se reducían sus beneficios.
“Tenemos que llenar los barcos, pero al precio correcto”, afirma Francis Riley, vicepresidente de Norwegian Cruise Line. “Hay que dejar de hablar del precio y empezar a poner sobre la mesa el valor”, añade Leonardo Massa (MSC Cruceros). “Tenemos que ser capaces de vender la experiencia”, concluye Fraser Ellacott (Thomson Cruises). En el precio y en Asia reside el debate. Lo primero es solo una estrategia comercial. Lo segundo, una de esas pruebas que nos confirman cada día cómo la economía se transforma radical e inevitablemente.
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