Como ya sabéis, la NBA tiene nuevos campeones, los Warriors de Oakland. Estos “bajitos” del baloncesto se supieron imponer, tras cuarenta años de sequía, a los Cavaliers de LeBron James. No, no me he equivocado de sección y os voy a hacer leer una crónica de baloncesto. Tan sólo pretendo compartir con vosotros la envidia y tristeza que se apoderó de mí, de madrugada, viendo los instantes previos al primer partido de playoff.
Las comparaciones son odiosas, y vais a entenderme perfectamente si veis el siguiente video en el que el grupo de trash metal Metallica toca a golpe de púa el himno de los Estados Unidos, The Star-Spangled Banner.
Me parece impresionante ver a los más de 19.500 espectadores del Oracle Arena puestos en pie, vibrando y sintiendo la canción que les representa. Ver a los jugadores en respetuoso silencio, o cantando el himno con la mano en el pecho.
Y ver la bandera sostenida por representantes de las diferentes fuerzas del ejército americano: tierra, marines… Si os fijáis, hay representantes también de las diferentes etnias americanas (en el protocolo nunca nada es porque sí).
En un momento dado, empiezan a ondear la bandera y la gente enloquece.
Y nadie me puede decir que a todos les gusta la música de Metallica, la cuestión no va por ahí: ni un pito, un mal gesto, un desaire. Instantes después del himno, el pabellón se dividió en dos y los equipos se pelearon a muerte para luchar por el anillo. Pero en ese momento, era el pueblo americano disfrutando de una versión rockera de su himno, uno de los símbolos de su nación.