Las cinco uves dobles o preguntas del periodismo son “what” (“qué”), “who” (“quién”), “when” (“cuándo”), “where” (“dónde”) y “why” (“por qué”). El texto debe responderlas todas para que la noticia esté completa.
En español hemos adoptado el mal hábito de sustituir cada una de las cuatro últimas cuestiones por la primera: siempre preguntamos “qué”. Cada vez que sustituimos por “qué” una de las otras partículas interrogativas, empobrecemos el discurso porque eliminamos una palabra del diccionario. Cuatro, en total. Eso, en el lenguaje escrito tradicional, porque en el de los mensajes SMS de los teléfonos móviles escribimos directamente “q”, o incluso “k”.
Algunos ejemplos son “¿Qué vais, A Cullera con neverita y sillas plegables?”, cuando lo correcto es “¿Adónde vais, a Cullera…?”; “¿Qué lo ha hecho, Vanessa Jennifer?”, en lugar de “¿Quién lo ha hecho, Vanessa Jennifer?”; “¿Qué habéis venido, esta tarde?”, en vez de “¿Cuándo habéis venido, esta tarde?”; y “¿Qué os habéis separado, porque no os aguantabais”, cuando lo correcto sería “¿Por qué os habéis separado…?”. Este último error, la sustitución del interrogante “Por qué” por el interrogante “qué” es menos frecuente.
La riqueza terminológica de la lengua es vital, porque con la lengua trabajamos, nos comunicamos y, sobre todo, pensamos. Si hay menos vocablos, y faltan algunos de los esenciales, seguramente discurriremos con menor agilidad. Por ejemplo, cuando alguien utiliza el sustantivo “mazo” asociado al verbo “molar”. En el caso de “mola mazo”, la segunda palabra equivale a “mucho”: “mola mucho”. Pero en el caso de “mazo de bueno”, la voz “mazo” significa “muy”: “muy bueno”. Nace una nueva palabra, o un nuevo significado del vocablo “mazo”, y desaparecen dos: “mucho” y “muy”. Hemos perdido un término.
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