Dos personas que intentan discutir algo advierten que no se entienden porque hablan idiomas diferentes. Ambas quedan muy sorprendidas y vuelven a intentarlo al día siguiente. Hablan en los dos idiomas de la primera jornada, así que el resultado es el mismo. Ninguna alcanza a colegir una palabra de las que la otra pronuncia. Lo intentan por tercera vez y acaban repitiendo una quinta y una décima. Finamente, tratan de entenderse en centenares de ocasiones y durante años; siempre sin ayuda, porque para no existen diccionarios bilingües para esos dos idiomas ni traductores. Ninguna de las dos personas conoce a Einstein, que dijo que hacer la misma cosa una y otra vez esperando obtener diferentes resultados era locura. Pero, cada vez que no alcanzan a comprender nada de lo que dice el hablante de la otra lengua, ambos individuos quedan tan estupefactos como el día del estreno. Indefectiblemente le echan la culpa al otro: “no me comprende porque no le da la gana”.
Esto ha ocurrido miles de millones de veces. Miles de millones de hombres han intentado entenderse con otras tantas mujeres y lo máximo que unos y otras han llegado a deducir de sus intentos de conversación es “no entiende nada, cuando lo que digo está muy claro; va a lo suyo”.
Hay un caso de posible entendimiento perfecto entre sexos. Se denomina efecto Paco a la siguiente situación de conversación, viable porque se trata de hermano y hermana, y el escenario de la calle es un aguacero terrible. Hace dos horas que se ha hundido el arca de Noé:
[Él] – Mari, Paco está esperándote abajo.
[Ella]: – Que espere.
La única mujer a la que un varón con inteligencia media puede entender perfectamente es su hermana. Una definición alternativa de hermana es “persona de sexo femenino que le dice la verdad al varón”. (Otra es “salvadora capaz de introducir en el hogar familiar hembras no consanguíneas en disposición de copular”). Cada mitad de la pareja que intenta entender a la otra traduciéndolo todo a su propio lenguaje se estrella, como es lógico. A menudo, lo hacen las dos. Todo el tiempo y la energía que se malbaratan intentando aprender a entender a quien habla otra lengua se pueden aprovechar aprendiendo a convivir con ella.
Otro día relacionaremos esta sabrosa materia de la conversación entre mujer y hombre con el lenguaje de las flores. Éstas facilitan acercamientos para la conversación,
pero solamente si se envían al lugar adecuado. Si él le envía flores al trabajo
consigue tres objetivos: alegrarla, encabronar a sus compañeras
durante dos o más días y ahuyentar a los posibles depredadores.
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