A veces, los errores lingüísticos no dimanan del desconocimiento de las reglas de la gramática, sino del mismísimo cociente intelectual del emisor, que no tiene suficiente capacidad operativa para esquivar los gazapos más gruesos. Hay en Internet millones de referencias de periodistas profesionales a tal o cual número de “países distintos que han participado en” determinados acontecimientos o acciones. Pueden consultarlo.
Como cualquier mente preclara sabe, forman el orbe países distintos y países iguales. Los países iguales no cuentan en los cómputos de asistentes a foros internacionales para no hacer trampa. Si a una reunión (la muletilla es “una cumbre”) de la ONU en Ginebra o en Mocejón acuden cincuenta naciones y veinticinco de ellas son países distintos, la aritmética determina que los otros veinticinco tienen que ser iguales. Por ejemplo, veinticinco Marruecos idénticos con veinticinco reyes moros al frente y veinticinco cestos de dátiles muy ricos para agasajar a los diplomáticos de los países distintos. Los de los países iguales, que coman Ruffles. Pues bien: entonces se cuentan veintiséis asistentes. Quiero decir que pasan a la historia, porque antes pasar a la historia era descubrir América pero ahora todo lo que sale en el periódico es “histórico” (sobre todo si es con un balón) veinticinco países más un solo Marruecos con su representante árabe al frente. Un diplomático o un rey árabe, no veintiséis.
Los periodistas solemos escribir además que son “naciones de todo el planeta”. No vienen países, por ejemplo, de Tritón, que es un satélite de Neptuno que está a unos 235 grados bajo cero y cae un poco a trasmano. A unos cuatro mil quinientos millones de kilómetros; más que lo que se recorre en un año yendo a trabajar a Madrid desde Parla y volviendo luego a casa para ver en la tele concursos de cantantes noveles o teleseries llenas de groserías, pero sin leer jamás. Ni siquiera los folletos de Media Markt, muy reconfortantes porque nos llaman tontos por comprar allí. Los países distintos vienen sólo de La Tierra y eso especificamos en la información mostrando una inteligencia digna de Baroja, que aseguraba que el mayor número de amigos marcaba el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez. Don Pío también decía “dejemos las conclusiones para los idiotas”.
La prensa está llena de barojas que hablan de “una brutal paliza”. Especificamos esto para distinguir estas palizas de otras, como las que se administran con un almohadón blandito a base de golpecitos. O como las palizas a base de caricias con un plumero en la papada o sotabarba y besos en las mejillas. Hablan de “austericidios” de los gobiernos conservadores. Si practicar un “austericidio” es eliminar lo austero, yo creo que no habrá que decir “austericidio” cuando gobierne Mariano Rajoy, sino cuando gobierne Cayo Lara.
Los Premios Darwin podrían concederse siempre desde España. Los tienen aquí.
Seguramente fue Claude Chabrol el que dijo que la estupidez es infinitamente más interesante que la inteligencia porque ésta tiene límite y aquélla no. Desde luego, fue Arthur Clarke el que advirtió que la inteligencia del planeta es constante, pero la población sigue aumentando.
Dedicado a Jesús María López y a @ondapopradio
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