Los libros de historia de las religiones están llenos de alusiones a la palabra escatología, pero eso deja de sorprenderte cuando descubres que se refiere a la vida de ultratumba antes que a lo excrementicio. El castizo tiene su propia frase para advertir “has pisado otra más” a especialistas como yo, que he llegado a pisar la misma caca de perro con los dos pies en una acera de Argüelles. La frase es “¡Te has cortao!” La primera vez que paseas por Madrid te asombra verlo lleno de caca cuando teóricamente no es un canódromo sino una capital europea. Al principio piensas que esos excrementos los producen los perros, pero comprendes que realmente lo hace el destino en cuanto tres dueños seguidos exclaman: “¡Ésa no es de Eduardo Alfonso! Además, no es como las suyas, ésa huele mal…¡Y yo siempre las recojo!” Para demostrarlo, blande ante tu nariz una bolsa de plástico que llevaba anudada en el asa de plástico duro de la correa y que indefectiblemente está vacía.
Nadie es responsable de esas cosas dúctiles, fragantes y eyectables que aparecen por generación espontánea en las aceras. Vi a una chica resbalar sobre una deyección en día de lluvia, caer y ponerse perdida, pero no nos creamos dioses. Sólo el supremo demiurgo puede juzgar si hubo más delito en la dejadez de la recogida o en la impericia de la esquiva.
Normalmente es incorrecto decir “he pisado una catalina”. Catalinas son solamente los restos de producción humana, pues el Diccionario de la Academia es tan específico y exquisito en esto que así los denomina, como llama boñiga sólo al producto de la vaca. El origen determina el vocablo. Las “minas caninas”, como las ha llamado Ventoso en este papel, son una muestra más de que sabemos convivir. Nuestra receta es la anomia, entendida no como desconocimiento de los nombres sino como degradación de las normas sociales. Dicho sin tanta cursilería: que aquí cada uno hace lo que le da la gana.
Más vida en @rafaelcerro
Lenguaje Español