Si hay hoy un dirigente político totalmente prescindible en la política española ese es el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. Y, además de prescindible, irresponsable.
Las declaraciones realizadas por el socialista después de su reunión con el presidente en funciones, Mariano Rajoy, no son más que el reflejo de la mediocridad de un dirigente político empeñado en llevar a España al desprestigio internacional de unas terceras elecciones.
Supongo que mañana, cuando se confirme, salvo sorpresas de última hora, el fracaso de la investidura de Rajoy, el ego de Sánchez se habrá ampliado y su satisfacción por el fracaso de Rajoy será evidente Pero esta satisfacción es inversamente proporcional al ridículo que habrá hecho ante el mundo y ante algunos de sus propios votantes y sus compañeros de partido.
A estas alturas del culebrón político en que se ha convertido la investidura de un nuevo presidente del Gobierno, la única actitud responsable es dejar que gobierne la lista más votada, y mucho más si ha ganado por dos veces las elecciones con más votos y escaños, mientras los otros pierden. Para mí esa es la lógica política y, desde luego, si el PSOE hubiera ganado y Rajoy hubiera intentado formar gobierno sin conseguirlo, el PP debería abstenerse para que España empezara a andar.
Pero no, aquí haya un señor inexperto que, después de pasarse el mes de agosto de playa en playa, con una actitud hasta chulesca y ofensiva para la mayoría de los ciudadanos que le piden, al menos, que justifique su sueldo, regresa a Madrid con su moreno ibicenco, se reúne con el presidente en funciones y, con un país al borde del colapso político, viene y dice que esa reunión era absolutamente “prescindible”. Pues que no se hubiera reunido y no hubiera hecho el paripé.
Los socialistas descontentos con esta actitud de Sánchez, que los hay, y muchos, deberían imitar a algunos republicanos norteamericanos. Que ante el horror de que un tipo como Donald Trump pueda alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, han anunciado que votarán a Hillary Clinton. Su país antes que su partido. Todo un ejemplo a seguir.
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