Yo no puedo entender esa falta de dignidad del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, arrastrándose en Bruselas para mendigar el apoyo o la abstención de Pablo Iglesias a su candidatura como presidente del Gobierno.
Solo una obsesión desmedida por ser presidente a cualquier precio puede explicar que coja por banda en Bruselas al presidente griego Alexis Tsipras y le pida que interceda ante Podemos para ver si se ablanda y lo apoya.
Yo me pregunto que dirán esos socialistas cuando ven a su líder bajarse los pantalones y suplicar el apoyo de alguien que lo ninguneó de una forma cruel y despiadada en la sesión de investidura. ¿Sentirán bochorno o ya han perdido su capacidad de asombro ante alguien que está vendiendo al mejor postor las históricas siglas de esta formación política?
Ya no sé que más le queda por hacer a Pedro Sánchez para que Pablo Iglesias lo respalde. Primero le perdonó que le hiciera el Gobierno, le nombrara los ministros y encima le dijera que le tenía que dar las gracias por hacerlo presidente. Después tuvo que soportar que le recordara, en palabras de Iglesias, el pasado de “cal viva” del expresidente Felipe González y lo humillara en unos de los discursos políticos más duros que yo he escuchado en el Hemiciclo del Congreso.
Parece que Sánchez se está poniendo nervioso porque el reloj sigue corriendo irremediablemente hacia el 2 de mayo y continúa sin ser presidente.
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