Solo desde la inexperiencia y desde una actitud más cercana a la adolescencia que a la madurez puede explicarse la errática estrategia del líder socialista, Pedro Sánchez, para intentar ser presidente del Gobierno a toda costa.
Sus últimos movimientos (ceder senadores a los separatistas para que formen grupo en el Senado y llamar al nuevo presidente de la Generalitat para ofrecerle una reforma de la Constitución) están situando al PSOE ante el abismo, para estupor de los más veteranos de esta formación política.
Pedro Sánchez parece que ha fiado su propia supervivencia política a pactar su investidura con Podemos y los separatistas. Se agarra a esta tabla de salvación como la única baza para frenar a otros dirigentes, como Susana Díaz, que apuestan por permanecer en la oposición, antes que aliarse con los que el pasado miércoles protagonizaron una esperpéntica sesión de constitución del Congreso. La baronesa andaluza, con mucha más visión y experiencia política que Sánchez, sabe que pueden ser devorados por los podemitas si continúan entregándose con armas y bagajes.
En el PSOE la situación es cada vez más tensa. No hace muchos días, al finalizar una reunión de la dirección socialista en una capital andaluza, sus dirigentes apostaban abiertamente por un gran pacto nacional con el PP. una legislatura corta en la que se pactaran grandes reformas, entre ellas la de la Constitución, disolver las Cortes y convocar elecciones. Los dos partidos, pienso, saldrían reforzados.
Si había algunos dirigentes sensatos del PSOE que todavía veían alguna posibilidad real de pactar con Podemos, la venda se le cayó el miércoles ante el espectáculo de Podemos en el Congreso. Al finalizar la sesión a más de uno se le podía escuchar por los pasillos del Congreso decir: “¿Pero a dónde vamos con esta gente?”.
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