Hacía doce años que un ministro de Defensa no presidía el desembarco de la Legión en Málaga para el traslado del Cristo de Mena. Uno de los momentos más emotivos, tradicionales y populares de la Semana Santa de esta capital andaluza y de España.
Y en esa estábamos cuando llega una ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, y en su primera Semana Santa al frente de las Fuerzas Armadas decide que ha llegado la hora de que la máxima autoridad civil se ponga al frente de esta marea de fervor religioso y, sin ningún complejo, presida esta ceremonia con tanto arraigo popular.
A mí me ha parecido muy bien que haya tenido el coraje de desafiar la marea de anticlericalismo que se ha desatado contra todo lo que representa la Iglesia Católica y haya querido representar a los millones de católicos que hay en España y que sí quieren que sus dirigentes políticos estén cerca de la gente. Sí, de esa gente que parece que solos unos representan.
Pues sí, hay otra España que es creyente, que siente respeto por sus Fuerzas Armadas y que tiene derecho a que no la tachen de fascistas, retrógrada y carca. Frente a la que insulta, ofende y está obsesionada por imponernos sus creencias a base de gritos en las redes sociales.
Nadie está obligado a ver la Legión desfilando por las calles de Málaga, ni a ver los desfiles procesionales, pero sí está obligado a respetar lo que otros sienten.
Cospedal ha hecho muy bien en tener el coraje de apoyar durante toda la Semana Santa la presencia de las Fuerzas Armadas en esta conmemoración religiosa porque así lo siente la gente. Y si no, que vean las imágenes de los malagueños recibiendo a la Legión.
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España Paloma Cervillael