Desde hace un año, en la política española nada es lo que parece. Los análisis sobre la situación saltan por los aires en cuestión de segundos, y los que tenemos que dar una opinión del momento nos tenemos que acostumbrar a analizar con la rapidez de un tweet, o sea, que en un día nuestros comentarios pueden quedar desfasados.
Cuando ayer veía en directo desde el programa 120 minutos de Telemadrid, en el que participo regularmente como comentarista, la toma de posesión de Juanma Moreno Bonilla como presidente de la Junta de Andalucía, no podía dejar de acordarme de las cosas que se dijeron antes de las elecciones.
La mayoría acertamos en el sentido de que el Partido Popular iba a perder votos y que VOX irrumpiría con mucha fuerza, algunos no creían que tanta, yo sí. Pero todos erramos en el desplome tan brutal del PSOE y en que, al final, Juanma Moreno Bonilla, prácticamente desahuciado por el PP, iba a ser presidente.
La escena de ayer en Sevilla es la de la salvación, de momento, de Pablo Casado y de Moreno Bonilla que, por esas carambolas del destino, se va a convertir en la punta de lanza del nuevo PP, mano a mano con un líder, contra el que luchó en las primarias de la formación conservadora.
Lo de Andalucía se puede repetir en mayo en el resto de España, que el PP pueda gobernar más comunidades y más ayuntamientos con el apoyo de Ciudadanos y VOX.
La implicación de Casado en la campaña andaluza le permite sacar pecho de este triunfo. A nadie escapa que sin la presencia del líder popular al PP se le habrían ido miles de votos más por el sumidero. Pero eso ya es historia: Casado ya puede apuntarse su primer triunfo como presidente del PP y Moreno Bonilla salva, en el minuto de descuento, su defenestración política. Quién le iba a decir al PP que Andalucía, la comunidad en la que siempre ha muerto políticamente, iba a ser el lugar de su resurrección.
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España Paloma Cervillael