Cataluña va ser la verdadera prueba de fuego para saber si el líder socialista, Pedro Sánchez, antepone los intereses nacionales a los suyos. Si realmente mira por el futuro de España o si su único objetivo es ser presidente del Gobierno, a cualquier precio.
El desenlace del problema catalán para la elección del presidente de la Generalitat ha puesto en el disparadero al líder socialista y a su pretensión de conseguir un pacto de Gobierno con las fuerzas de izquierda para desalojar del Palacio de la Moncloa al Partido Popular, que ganó las elecciones.
Una parte de esas fuerzas de izquierda y del nacionalismo catalán que necesita Sánchez para ser investido presidente ya se han posicionado favorablemente para impulsar el proceso secesionista en Cataluña. Si Sánchez acepta en el Congreso de los Diputados esos apoyo en una sesión de investidura, estará respaldando lo que, sencilla y claramente, es la ruptura de España. En sus manos está, hacerlo o no, pero un paso en esa dirección es una apuesta arriesgada que puede terminar con el PSOE engullido por la izquierda radical de Podemos.
La deriva catalana ha cambiado en dos días el mapa político de España. Está por ver si los barones socialistas liderados por Susana Díaz permiten a Sánchez el pacto con los independentistas, o si boicotean esta estrategia suicida para el futuro del socialismo. Si Pedro Sánchez no quiere permitir con su abstención que Mariano Rajoy sea elegido presidente del Gobierno, antes que pactar con los independentistas, lo más sensato es que se convoquen nuevamente elecciones generales.
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