Ya se sabe que, al baloncesto, cuanto más alto, más fácil. Bueno, quizá esa máxima no es del todo cierta, pero sí que ayuda. De otra forma no se entendería que Will Foster pudiera llegar a jugar en el baloncesto profesional español y que hubiera dado largas noches de gloria a la Universidad de Gonzaga en la NCAA.
Este pívot norteamericano no es un pívot más. Sus 226 centímetros de altura le han especial desde antes de coger la pelota. Luego, con ella en la mano, la cosa cambia. Sus movimientos son torpes, su lanzamiento defectuoso y su fortaleza física también deja mucho que desear. Aún así, 2 metros y 26 centímetros son mucha ayuda para jugar al baloncesto y eso le ha permitido ganarse la vida hasta ahora con el deporte de la canasta.
El Oviedo Baloncesto, que milita en la Adecco Plata, le ha “fichado” durante unas semanas. Un refuerzo que tiene más de márketing que de ayuda deportiva. El pívot estará en la ciudad durante algunas semanas, hasta que encuentre un destino mejor a su envergadura. Esa que por el momento se ha paseado por medio mundo y que buscará de nuevo acomodo en la liga de desarollo de la NBA.
Hasta que eso ocurra, Foster intentará hacerse un hueco en el Oviedo a la espera de que sus aficionados puedan celebrar sus tiros libres como si fueran un gol. Algo que se puso de moda en la grada del McCarthney Athletic Center y que deja en mal lugar su técnica de lanzamiento.
Otros temas Emilio V. Escuderoel