Veinte años no son nada. Es el tiempo que ha pasado desde que el “Dream Team” disputó los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y esta imagen tomada ayer de la selección estadounidense con Montjuic como escenario. Dos equipos de ensueño y un mismo paisaje. Dos filosofías de baloncesto diferentes que, a pesar del tiempo, se ven enfrentadas.
No sabremos nunca si este “Dream Team 2.0” habría ganado al original. Es algo complicado de aventurar, aunque hay opiniones de todo tipo al respecto. Unos, con Bryant y LeBron James a la cabeza, tienen claro que son mejores. “El baloncesto ha evolucionado”. Les falta decir que aplastarían a esos abueletes sin músculo ni rigor táctico.
Los otros, desde su retiro de oro, ven a la generación actual como unos jóvenes insolentes. Los tratan poco menos que si fueran niños. “Sí, nos ganarían seguro. Llevamos veinte años sin jugar”, ha dicho Larry Bird tirando de ironía.
Lo que está claro es que unos y otros son dos de los mejores equipos que se ha visto sobre una cancha de baloncesto, aunque con una diferencia. Aquel “Dream Team” sí que era el auténtico equipazo de la época. Quizá faltó Isiah Thomas y poco más. Del resto, no había discusión. Ahora, sin Howard, Rose ni Wade, el equipo se queda, si acaso, en “Dream Team 1.8”, como mucho.
En un hipotético enfrentamiento creo que aquellos ganarían a estos, sobre todo, por su talento natural en la pintura, el punto flaco del equipo olímpico que viajará a Londres. Una laguna por donde España debería sacar ventaja. Algo que ya tiene estudiado Scariolo pero que seguramente no veamos el martes en el amistoso que la selección disputará.
Me temo que ese encuentro será poco menos que una exhibición en el que unos y otros se guardarán sus mejores armas. Una partida de ajedrez en la que habrá más tanteos que ataques. Enseñar los dientes sin morder. Un espectáculo para el aficionado a la espera de los Juegos, donde unos y otros lucharán por el oro y un lugar en la historia. El que ya ocupa el “Dream Team”. Que veinte años no son nada.
Otros temas Emilio V. Escuderoel