Primero miró hacia el árbitro. Viendo que daba canasta, hizo el amago de ir a la mesa de control. Fue un segundo fugaz en el que la desesperación pudo con la razón. Pasada la locura, Pablo Laso enfiló la puerta de vestuarios, rumiando una derrota injusta que ponía muy cuesta arriba el título de liga.
Sabedor de que su equipo había hecho las cosas bien en Barcelona, el técnico ha utilizado estos dos días para cuidar el aspecto psicológico de sus jugadores. Charlas conjuntas e individuales. Mimos a unos y otros, tratando de cicatrizar la herida que dejó el triple anotado por Marcelinho Huertas.
Para hacerse una idea de lo centrado que ha estado el técnico en esta tarea, basta un ejemplo. Laso ha anulado el último entrenamiento previo en el Palau para dedicar un último esfuerzo a la confianza de sus jugadores. Charla técnica y motivadora. El último paso por el diván antes de encarar el duelo.
Una derrota esta noche (22.00 horas, La1) pondría las cosas casi imposibles para el Real Madrid. Levantar un 2-0 es una hazaña que los madridistas no quieren protagonizar y por eso se han conjurado para sacar adelante el partido y empatar la serie antes de viajar a Madrid.
En el Barcelona, mientras tanto, se quiere evitar el sufrimiento y por eso los ojos miran hacia Navarro. Si el capitán funciona, la victoria estará cerca. El miércoles, sus 21 puntos (18 en la segunda parte) sirvieron para remontar un marcador adverso que parecía definitivo. Él y Mickeal sirvieron la victoria, rematada luego por un genial Huertas.
Navarro y la superioridad de Mickeal en el puesto de alero son los puntos fuertes de un Barcelona crecido y con la moral por las nubes. En el Madrid, la obsesión es mantener la línea de los últimos partidos, sin que afecte la derrota del miércoles, sobre todo en hombres frágiles de moral. El acierto en el triple sostuvo a los blancos durante buena parte del estreno de la final, pero se echó en falta mayor protagonismo de sus pívots, entre los que solo funcionó Ante Tomic.
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