La selección ya está acostumbrada a los tropezones. De hecho, en los últimos dos Europeos, en los que se proclamó campeona de Europa, también sufrió alguna derrota inesperada en la primera fase, como reconocía el seleccionador, Juan Antonio Orenga, al término del partido.
Este tipo de derrotas parecen formar ya parte del ritual y sirven para mentalizar a los jugadores. Ponerles sobre aviso de cara al futuro. Esos encuentros en los que sí es crucial la victoria. El de ayer, ante Eslovenia va a escocer y mucho en el orgullo de unos jugadores que son ganadores como ya han demostrado en tantas ocasiones. “Ni ayer éramos tan buenos ni hoy somos tan malos”, apuntaba Ricky Rubio tras el choque, molesto por lo que él consideraba un tropiezo asumible.
Eslovenia ha llegado a “su” campeonato en buena forma. Está arropado por su público y tiene jugadores de calidad, así que la derrota era algo que entraba dentro de los planes. Lo que no lo es tanto es la desconexión de algunos jugadores durante el partido y la falta de un liderazgo claro cuando las cosas se ponen feas.
Personalmente, no creo que el hecho de Marc Gasol esté tantos minutos en cancha sea un problema. En la NBA está acostumbrado a hacerlo y nadie lo cuestiona. Sí lo es que la mayoría de los balones de ataque acaben en sus manos, porque hace la defensa del rival muy predecible y convierte la ofensiva de España en un embudo.
La buena noticia para la selección es que hoy hay día de descanso. Tiempo libre para despejar las mentes y retomar el final de la primera fase con fuerzas renovadas. Ojo a la República Checa, un conjunto sin mucho nombre, pero que ya puso en aprietos a Eslovenia en el primer partido del grupo y que remontó 18 puntos ante Polonia en el segundo. España está acostumbrada a los renglones torcidos, pero no mucho. No se vayan a pasar…
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