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Safari fotográfico en La Raya

Todo terreno en la Heredade Vale Feitoso y grupo de gamos. Autor: Pilar Arcos
F. Pastranoel

  

A unas tres horas de Madrid (depende de como se pise el acelerador), tras pasar por Talavera (la de la Reina y la cerámica), Navalmoral (la de la Mata) y Coria (la del bufón de Velázquez), llegamos a Monfortinho, uno de los Mons Fortis de la Península Ibérica. Pura Extremadura en tierras portuguesas del distrito de Castelo Branco, en la orilla derecha del río Erjas, única referencia visible de la frontera entre los dos países, o como lo llaman aquí con esa socarronería propia de los habitantes de la Beira Baixa: La Raya.
Estamos en la Heredade Vale Feitoso, una finca de caza mayor de más de 7.000 hectáreas, pero también (y me gusta más) escenario habitual de safaris fotográficos. Tras la Revolución de los Claveles esta quinta fue confiscada y se añadieron nuevos animales, pero hoy a vuelto a manos privadas, que no son tiempos para nada revolucionarios. Pero para nada.

Con suerte (y dándonos un buen madrugón) podremos ver gamos, ciervos, jabalíes, muflones traídos de Córcega, conejos, liebres, lagartos ocelados, perdices, buitres… Y si no todos, sí al menos algunos. Y sin suerte (que suele pasar) nos quedará el consuelo de haber disfrutado de un paisaje relajante, natural como pocos, inviolado, solitario, entre pinos, brezos y jaras. Deleite para la vista y el oído con las enormes bandadas de estorninos que suelen anidar en el pinar de Correpichana.

Podemos hacer la excursión en bicicletas de montaña (ahora las llaman BTT) o en más cómodas (es un decir) camionetas todo terreno al estilo de los safaris africanos. De todo ello se encarga el hotel Fonte Santa, un cuatro estrellas de la cadena Ô Hotels & Resorts, con 42 habitaciones, un restaurante (Papa Figos), aparcamiento gratuito, wifi en áreas públicas, y un par de espléndidas piscinas en un jardín subtropical, donde se pueden reponer fuerzas mientras nos tomamos una una caña, aquí la llaman “imperial” en recuerdo a una célebre marca algarveña.
Al lado está el hotel Astoria, del mismo grupo, aunque algo más pequeño. Un tres estrellas de marcado estilo británico, lo que le confiere un especial encanto.
Y junto a los dos, el principal atractivo del lugar: las Termas, un establecimiento que se remonta a la época de los romanos y cuyas primeras referencias históricas van de la mano de las excavaciones en el río Erjas en busca de pepitas de oro. Todavía, y si alguien nos lo advierte, podemos ver agujeros que delatan aquellas extracciones. De las pepitas, ni rastro. Más tarde, en el siglo XVIII, el lugar se puso de moda entre los cortesanos del Infante Don Francisco que, rascamiento tras rascamiento, tomaban baños aquí después de las cacerías para tratarse el rabugem, una especie de sarna canina. Y ya se sabe que la sarna sin gusto pica que se las pela.
Aguas medicinales hiposalinas (bajas en sales) y de elevado contenido de silicio y anhídrido carbónico, que proceden de la cercana sierra de Penha García con un pH de 5,45, ideales para tratar los problemas cutáneos, hepáticos, biliares, intestinales, reumáticos y las alergias respiratorias. Vamos, algo así como un bálsamo de Fierabrás licuado. Su versión de mesa, para beber en las comidas, son las aguas minerales embotelladas por Aguas Do Vimeiro, que podemos encontrar en el hotel.
Entre los muchos tratamientos disponibles en las termas está el que dura 90 minutos y consta de un hidromasaje (jacuzzi profesional), ducha Vichy (chorros de agua caliente y fría) con masaje a cuatro manos (normalmente de dos masajistas), ducha escocesa (manguerazos contra la pared) y vaporización final (happy end de lo más púdico).
Lugar ideal, como vemos, para pasar un fin de semana largo, tras el cual volvemos a Madrid con las pilas cargadas. No sabemos para qué, pero a rebosar.

Pies de fotos:
Foto de apertura: Todo terreno en la Heredade Vale Feitoso y grupo de gamos.
Foto central: Piscina del hotel Fonte Santa.
Sobre estas líneas: Camino forestal entre pinos, brezos y jaras.
Autor: Pilar Arcos

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