Erin Finnegan y Noah Fulmor no querían que su boda fuera como las demás. Y vaya si lo han conseguido.
Aunque su intención era casarse en el espacio, al final han tenido que conformarse (que no es poco) con ser la primera pareja del mundo que contrae matrimonio en gravedad cero. Para ello la pareja, que vive en Nueva York y cuyo noviazgo comenzó en 2002, contrató los servicios de Zero G, una empresa privada que, con el permiso de las Fuerzas Aéreas norteamericanas, ofrece a sus clientes vuelos parabólicos y, por lo tanto, la posibilidad de experimentar la ingravidez a bordo de un Boeing 727-200 modificado. Es decir, el mismo tipo de actividad que realizan los astronautas como parte de sus entrenamientos.
La ceremonia se celebró el pasado sábado, en los cielos de Florida y, aunque no exenta de algún que otro incidente, resultó mejor de lo que algunos esperaban. La novia vistió de blanco y sus pendientes, muy adecuados para la ocasión, representaban pequeños planetas. El novio lució esmoquin oscuro y gemelos en forma de nave espacial. Los invitados se las apañaron como pudieron para estar a la altura y al final, tras la ceremonia y para la celebración, todos se enfundaron los cómodos monos azules que la compañía suministra a sus clientes. (Por cierto, entre ellos figura el físico británico Stephen Hawking, que voló con Zero G el año pasado).
Durante la ceremonia, que fue oficiada por el ex astronauta y cofundador de Zero G Richard Garriot (que además es juez de paz), hubo dos momentos especialmente complicados. El primero fue durante el intercambio de anillos. Y si bien es cierto que a ninguno de los novios se le cayó el suyo, sí que hubo una pequeña confusión cuando uno de los invitados, flotando sin control, a punto estuvo de hacer que se detuviera la boda, ya que literalmente se echó encima de la feliz pareja y del oficiante.
El segundo momento delicado fue el del beso. Había que verlos, flotando e intentando a la vez conseguir que sus labios coincidieran. “Noah me dio un cabezazo en la nariz y llegué a pensar que estaba sangrando”, explicó el novio una vez en tierra.
Para recrear las condiciones de ingravidez sin necesidad de ir al espacio (como ellos hubieran querido) el avión ejecutó maniobras de vuelo parabólico, subiendo a gran altura y dejándose caer después libremente en varias ocasiones durante la hora larga que duró el viaje completo. Es precisamente durante las caídas (cerca de un minuto cada vez), cuando los viajeros experimentan la falta de gravedad y flotan, como lo harían fuera de la Tierra, dentro del avión en una zona de 27 metros de largo cuyos suelos y paredes están debidamente acolchados y provistos de agarraderas.
Lo que nadie ha dicho, por el momento, es si todos los miembros de la comitiva nupcial superaron sin novedad la prueba. Y es que los efectos que producen varias sesiones de bruscas subidas y caídas libres no son, ni mucho menos, aptos para todos los estómagos. Baste con decir que, en la jerga de los propios astronautas, estos aviones se conocen por el simpático nombre de “vomitaderos”…
Por último, señalar que los novios han asegurado que colgarán fotografías y vídeos de la ceremonia en su página web. Habrá que estar atentos.