En 1969, un gran terremoto en las costas portuguesas levantó un tsunami que segó la vida de una docena de personas. Unos 200 años antes, en 1755, se produjo en el mismo sitio uno de los mayores seismos de la Historia, con un saldo de más de 100.000 víctimas. Lisboa quedó destruida, y numerosas ciudades españolas sintieron los efectos de aquel temblor, que también produjo olas gigantes que arrasaron las costas gaditanas. La magnitud del catastrófico evento fue de 8,7.
Pero lo que ha sorprendido a los investigadores no es que dos terremotos hayan sacudido la misma zona en el arco de dos siglos, sino el hecho de que ambos se originaron en fondos marinos muy llanos y estables, lejos de cualquier falla o fractura de la corteza terrestre, donde la actividad de las placas, rozándose o deslizándose unas bajo las otras provocan, ahí sí, los terremotos.
¿Cuál fue, entonces, la causa de estos seismos? Algo muy extraño, desde luego, debe de estar sucediendo bajo la costa atlántica de la Península Ibérica. Algo a lo que el geólogo Joao Duarte lleva siguiendo la pista desde hace años y que podría ser un fenómeno jamás observado hasta ahora: el nacimiento de una nueva zona de subducción. O dicho de otra forma, la laminación, en dos capas diferentes, de una placa tectónica. El investigador acaba de exponer sus ideas ante la Asamblea General Europea de Geociencias, celebrada hace unos días en Viena.
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