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Blogs Ciencia y Tecnología por José Manuel Nieves

A 200 por hora en un deportivo eléctrico

José Manuel Nieves el

Estamos en Silicon Valley, en el norte de California, donde tienen su sede algunas de las más conocidas empresas tecnológicas del planeta. Y también uno de los más revolucionarios fabricantes de coches que existen. En el número 300 del Camino Real, en Menlo Park, un bajo, moderno y austero edificio gris marengo sirve de cuartel general a la marca que acaba de decir la última palabra en coches eléctricos. Tesla, en efecto, acaba de presentar su última maravilla: un nuevo modelo de Roadster, eléctrico por supuesto, capaz de ponerse de cero a cien en apenas 3,9 segundos y de alcanzar una velocidad superior a los 200 km por hora. Se puede recargar en cualquier enchufe y su autonomía es de 400 km.

¿Quién dijo que los coches eléctricos son cacharros lentos que nunca alcanzarán las prestaciones de los motores de combustión? Para Tesla está muy claro que no es así, y lucha en un buen número de países del mundo para demostrarlo. “Esta no es una típica compañía de coches -explica su directora de Relaciones Externas, Rachel Konrad-. Nosotros no compartimos concesionarios y mantenemos el control total de la experiencia de cada uno de nuestros clientes, antes y después de la compra”.

De hecho, y debido a sus especiales características, aquí no se trata de vender un coche y olvidarse del resto, sino de mantener una estrecha relación con cada uno de los compradores y solucionarle, en su propia casa, cualquier problema que pueda tener. “Nuestros coches no llevan un motor convencional, sino un propulsor de última generación impulsado por energía eléctrica y que depende en gran parte de un paquete de software muy específico”.

Si el coche, una vez en manos de su propietario, tiene algún problema, Tesla enviará a su domicilio un equipo especializado para solucionarlo. Antes de eso, sin embargo, pedirá al cliente que le envíe los datos del estado de su vehículo. Una operación que se puede realizar con sólo “pinchar” un pen drive en un puerto USB del propio coche, descargar los datos y enviarlos después por e-mail…

Por supuesto, todo lo que no tenga que ver con el sistema de propulsión (carrocería, frenos, equipo de música, etc) puede ser reparado en un taller convencional. “Gran parte de nuestra actividad y de nuestros beneficios -explica Konrad-, no depende de la venta de los vehículos, sino del servicio posterior”.

Hasta ahora, el número de coches vendidos no supera las ochocientas unidades. Seiscientas de ellas en Estados Unidos y el resto repartidas en numerosos países, entre ellos España. La producción de Tesla Motors, contando todos los modelos de que dispone, es de unos veinticinco coches por semana, muy lejos de las cifras millonarias de las grandes compañías. Los precios, en Estados Unidos, oscilan entre los 50.000 dólares de su modelo S (de cuatro puertas y siete plazas), a los casi 130.000 de la versión más deportiva del Roadster.

La compañía, igual que sus productos, es muy jóven. Y aunque ya tiene una gran experiencia en la fabricación de trenes eléctricos, no empezó a pensar en coches hasta el año 2004. “Nosotros no competimos con los grandes fabricantes que ensamblan un millón de coches al año. No es nuestro negocio. Y tampoco con los híbridos (que mezclan la alimentación de gasolina con la eléctrica) ya que nuestra tecnología es completamente diferente y el doble de eficiente, por ejemplo, que la que que se emplea en un Toyota Prius, un coche muy avanzado pero que no ofrece una experiencia de conducción ni siquiera parecida a la nuestra”.

La visión de Tesla es que, en apenas unos años, cuando el número de unidades sea significativo y los precios puedan bajar, los consumidores tengan una alternativa real a los coches de gasolina. “También investigamos en el campo de los motores de hidrógeno, pero creemos que esa tecnología tardará por lo menos una década más en llegar a ser comercial. Por ahora, nos limitamos al segmento de los deportivos, que es la forma de demostrar que los coches eléctricos no se quedan atrás a la hora de tener prestaciones”.

Entrar en los talleres de Tesla Motors es como un viaje a otra dimensión. Allí no se utiliza ni una sola de las herramientaqs que son típicas de cualquier taller mecánico. Y, por supuesto, no hay ni una sola mancha de aceite, ya que el Roadster no lo necesita. Lo que sí hay son cables y enchufes, y cajetines eléctricos especialmente diseñados para acelerar las recargas. “Los compradores pueden hacer esta instalación, diseñada por nosotros, en el garaje de su casa, y cargar las baterías en unas tres horas y media”.

Sin embargo, quien no quiera llevarse la instalación sólo necesitará un cargador, que no es más que un cable que se enchufa a cualquier toma de corriente por un lado y al coche por el otro. En ese caso, la carga total de la batería llevará más tiempo, unas siete horas. Un nuevo sistema (no casero) está siendo instalado ya de forma experimental en muchas gasolineras y zonas de servicio de California. En esos puntos se puede cargar completamente el coche en apenas 45 minutos. “Sin embargo -asegura Rachel Konrad- 400 kilómetros es una autonomía suficiente, muy superior a la distancia media que suele recorrer cualquier persona en un día con su vehículo”.

Para quien se lo esté preguntando, una carga completa del Roadster le costará a su flamante propietario la ridícula suma de cuatro dólares (o lo que es lo mismo, 2,80 euros…). Por supuesto, las emisiones nocivas de estos vehículos son ridículas si se comparan a las de cualquier otro deportivo. Un 80 % menos de media, para ser más concretos.

El reto de Tesla, en estos momentos, es que se vean sus coches circulando por la calle. Cuantos más se vean, más sólida será su posición. Desde luego, el Roadster es un vehículo pensado para ser el segundo coche de la casa. Quien quiera un coche familiar podrá optar, muy pronto, por el modelo S de la marca, con cuatro puertas y todas las comoididades de una berlina convencional.

“Durante los últimos cien años -concluye Konrad- la gasolina ha sido la reina indiscutida de la carretera. Pero eso está cambiando, y en los próximos años ese reinado se acabará. Es la primera vez que hay una alternativa seria a la gasolina y el consumidor puede elegir”.

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