Investigadores reviven una hipótesis planteada hace cuarenta años que provocó un incendio de enormes proporciones entre defensores y detractores de la teoría de Darwin.
Hace ya más de cuarenta años, en 1972, el paleontólogo Stephen Jay Gould y su colega Niles Eldredge propusieron una idea revolucionaria sobre el modo en que funciona la evolución. Y al hacerlo provocaron un incendio de enormes proporciones entre defensores y detractores de la teoría propuesta por Darwin y Wallace más de un siglo antes.
Ahora, un nuevo trabajo, llevado a cabo por Michael Landis y Joshua Schraiber, de la Temple University, en Pennsylvania, ha reavivado ese fuego, añadiéndole mucha más leña.
Lo que Gould y Eldredge trataban de hacer a principios de los setenta era explicar uno de los puntos más controvertidos de las teorías evolutivas: la falta de “fósiles de transición”. De hecho, apenas existen ejemplos en el registro fósil de criaturas que representen una fase intermedia entre las antiguas especies y las modernas en las que evolucionaron. Para los dos investigadores, sin embargo, esa ausencia de fósiles intermedios no era más que una ilusión.
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