Fotograma de la película Interstellar, con un enorme agujero negro. – Interstellar/Paramount Pictures
Descubren enormes agujeros negros en el interior de dos galaxias enanas ultracompactas.
Mientras Albert Einstein desarrollaba su teoría de la relatividad, se dio cuenta de que sus ecuaciones contenían algo muy extraño. De hecho, abrían las puertas a la existencia de objetos capaces de detener el tiempo, de poseer gravedad infinita e, incluso, de destruir el mismísimo tejido espaciotemporal del Universo. Por supuesto, Einstein rechazó la idea de que algo así pudiera existir en la realidad. La Naturaleza, creía el físico, tenía por fuerza que haber desarrollado algún tipo de mecanismo capaz de evitar tales aberraciones. Hoy sabemos que tal mecanismo no existe, y que la realidad es, a menudo, más extraña y sorprendente que la ficción. Hemos encontrado esos objetos monstruosos. Se llaman agujeros negros y están por todas partes.
En realidad, cualquier pedazo de materia tiene la capacidad de convertirse en un agujero negro, siempre y cuando seamos capaces de comprimirlo por debajo de su “radio de Schwarzschild”, es decir, hasta el punto en que la velocidad de escape desde su superficie sea igual a la velocidad de la luz, lo que significa que ni siquiera el objeto más rápido del Universo podrá volver a escapar de él.
Por ejemplo, si quisiéramos convertir el Sol en un agujero negro, tendríamos primero que reducir su diámetro (casi 1.400.000 km.) al de una ciudad pequeña. Y si pretendiiéramos hacer lo mismo con la Tierra, tendríamos que comprimirla hasta que tuveira el tamaño de una nuez. El radio de Schwarzschild, en efecto, es diferente para cada objeto, y depende de la masa que éste contenga.
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Ciencia