Si partiéramos la Tierra por la mitad, como si fuera una enorme manzana, veríamos que el corte se divide en varias capas bien diferenciadas, aunque las principales son estas: la corteza, la más delgada de todas, de apenas unas pocas decenas de km de grosor (aún menos en los fondos oceánicos); el manto, mucho más extenso, de unos 3.000 km de grosor y formado principalmente por silicatos muy calientes y cuya viscosidad y densidad aumentan a medida que profundizamos hacia el centro de la Tierra; y el núcleo, la capa más interna, una esfera de unos 3.500 km de radio, formada principalmente por hierro y que se divide en dos partes, un núcleo externo líquido y un núcleo interno sólido, con temperaturas que pueden alcanzar los 6.700 grados, mayores que las de la superficie del Sol.
Y ahora, un equipo de geofísicos de la Universidad de Maryland ha conseguido identificar, justo en la frontera entre el núcleo y el manto, una serie de gigantescas estructuras, áreas de roca inusualmente densa y caliente cuya composición y origen es un misterio. Para detectarlas, los investigadores analizaron miles de grabaciones de ondas sísmicas, ondas de sonido que viajan a través de la Tierra, estudiando los ecos que venían de esa región fronteriza en el corazón del planeta.
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Ciencia