Fotos: Walter Tschinkel
Un equipo de biólogos de la Universidad Estatal de Florida acaba de descubrir que los "anillos de hadas" que se cuentan por miles en el desierto de Namibia siguen una especie de "ciclo vital" que los hace aparecer y desaparecer con regularidad. Los nuevos datos, que se publican esta semana en PLoS ONE, añaden, si cabe, aún más incertidumbre sobre la naturaleza de estas formaciones que nadie ha logrado explicar todavía.
Su origen sigue siendo un misterio. Se trata de decenas de miles de extrañas "calvas" círculares, de entre 2 y 12 metros de diámetro, que motean las polvorientas praderas africanas del desierto de Namibia, justo entre Angola y Suráfrica. En el interior de esos círculos la hierba no crece, pero muchos de ellos están rodeados por un anillo de vegetación más alta que la de alrededor, una especie de corona verde que marca claramente el perímetro de la zona seca.
Los habitantes de la región los llaman "las huellas de los dioses". Y los científicos que han intentado dar alguna explicación a estas curiosas formaciones han vuelto, todos, con las manos vacías. Fenómenos similares se conocen en bosques y praderas de casi todo el mundo (en España se llaman "anillos de hadas" o "corros de brujas"), pero se producen sólo ocasionalmente y se sabe que muchos de ellos están producidos por la acción de varias clases de hongos, que afectan de esa extraña forma al crecimiento de la vegetación.
Pero lo que sucede en el desierto de Namibia es, o parece ser, algo completamente diferente. Los círculos se cuentan por decenas de miles y las explicaciones que han servido en otros lugares no han conseguido aquí romper la barrera de misterio que los rodea.
Ahora, Walter Tschinkel, un biólogo de la Universidad Estatal de Florida, ha descubierto algo que se desconocía por completo. Y es que los círculos africanos siguen una especie de "ciclo vital" que los hace aparecer y desaparecer con regularidad y sin un motivo aparente. Los más grandes pueden persistir incluso más tiempo de lo que dura una vida humana. El estudio de Tschinkel no resuelve el misterio, pero almenos aporta algo más de luz a la cuestión.
En su artículo, Tschinkel revela que los círculos más pequeños tienen una duración media de 24 años, mientras que los más grandes pueden llegar hasta los 75. "La cuestión del por qué se forman es muy difícil de resolver -afirma el investigador-. Hay sobre la mesa un buen número de hipótesis, pero las pruebas no son convincentes para ninguna de ellas".