Luke Geissbühler es un tipo corriente. Sin una formación científica especial, trabaja como cámara en unos estudios cinematográficos, le gusta la astronomía y vive en Nueva York. Ah, y tiene un hijo de siete años que se llama Max. Ambos, padre e hijo, han superado a las grandes agencias espaciales y han conseguido enviar una cámara a la estratosfera, a más de 30 km de altura. Atada a un globo y… gobernada por el GPS de un flamante iPhone 4. Querían, y consiguieron, un vídeo en el que se viera la Tierra desde fuera.
El procedimiento, aunque aparentemente sencillo, no deja de tener sus complicaciones. En síntesis, se trataba de amarrar una cámara y un iPhone a un pequeño globo meteorológico, y conseguir que ambos dispositivos volaran lo suficientemente alto como para poder apreciar la curvatura terrestre y la fina capa atmosférica que envuelve nuestro planeta.
Una vez el globo reventara al alcanzar su máxima altura, un paracaídas casero llevaría el improvisado “paquete de observación” de nuevo al suelo, donde Luke Geissbühler y el pequeño Max estarían esperando para recuperarlo. Durante su ascenso, sin embargo, el globo tendría que sobrevivir a temperaturas glaciales, a vientos de más de 150 km por hora y, lo peor, a una posible caida en el agua, lo que habría arruinado todo el trabajo.
Luke no esperaba que su globo superara los 10.000 o 12.000 metros, la altura en la que se mueven los vuelos comerciales, pero su “invento” logró ir mucho más allá y superar la altitud a la que llegan, incluso, los globos meteorológicos enviados a la atmósfera por las agencias norteamericanas.
Antes del lanzamiento definitivo, Luke y su hijo realizaron varias pruebas de vuelo a baja altura en un parque público, para comprobar que el conjunto se comportaba según lo esperado. Todo el equipo (la cámara de alta resolución y el iPhone) viajarían protegidos del frío espacial dentro de un simple “tupper” de los que se utilizan para llevar comida, forrado con materiales aislantes por dentro y por fuera.
El iPhone, prestado por un amigo, llevaba instalada InstaMapper, una aplicación gratuita (que se consigue a través de la Appstore de Apple) que permite localizar y situar en un mapa cualquier iPhone que esté en línea en el momento de utilizarla. De esa forma, Luke y su hijo tendrían al globo siempre localizado.
Tras ser lanzado desde un parque neoyorquino, el globo ascendió durante unos setenta minutos a unos siete metros por segundo, lo que le llevó a más de 30 km. de altura. Allí, tal y como Luke había previsto (aunque bastante más alto de lo que él pensaba), el globo estalló y volvió a descender suavemente hasta el suelo. Y para aterrizar sólo a unos cincuenta km. del lugar del lanzamiento.
Padre e hijo pasaron el resto de la tarde buscando el globo. El GPS del iPhone les llevó finalmente hasta la copa de un gran àrbol, de la que pudieron recuperar tanto el móvil como la cámara, que logró grabar durante cien largos minutos antes de quedarse sin batería, minutos antes de su aterrizaje.
El vídeo que acompaña estas líneas, un pequeño resumen de la aventura, fue colgado en internet por el propio Luke, y ya ha conseguido cifras millonarias de visitas. Y no es para menos, dadas las imágenes que en él se recogen. Aquí puede verse la “página oficial” del proyecto de Luke y Max.
Según ha manifestado el propio Luke Geissbühler, todo empezó cuando su hijo Max le pidió que construyera una nave espacial. Tras explicarle al pequeño que eso era imposible, empezó sin embargo a pensar en la mejor manera de satisfacer su deseo. Luke confiesa haber recibido ayuda de su hermano Phillip, que es físico y que le explicó las condiciones a las que se tendría que enfrentar el globo en la estratosfera, así como la mejor forma de predecir su comportamiento.