La idea de vivir fuera de la Tierra ya no es solo ciencia ficción. Con la vista puesta en la Luna y Marte, donde el hombre construirá sus primeros hogares más allá del planeta que le vio nacer, las agencias espaciales (y algunos multimillonarios del sector privado) elaboran ya sesudas estrategias destinadas a conseguir el objetivo. Resulta lógico que los primeros esfuerzos se centren en los lugares que tenemos más cerca: Marte, por ejemplo, es un candidato obvio, dada su relativa proximidad, su ciclo día-noche de 24 horas y su atmósfera rica en CO2.
Sin embargo, existe una escuela de pensamiento con ideas totalmente distintas, según la que colonizar un planeta, cualquier planeta, supone un esfuerzo mucho mayor que el beneficio que se espera obtener de él. Un buen ejemplo es el artículo publicado hace apenas unos días en arXiv, en el que se propone la construcción de un enorme hábitat flotante que podría colocarse, por ejemplo, en la órbita del planeta enano Ceres, el mayor de los objetos del cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter.
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Ciencia